Confesión de un Leparista: Lord Lepar y la nueva vida
Tengo sentimientos encontrados cuando relato mis experiencias a mis compañeros.
Sin embargo, me armaré de valor para hablar de mi vergonzoso pasado, lo que me da la oportunidad de confesar mis pecados.
Nací en el seno de una familia de Daevas acomodados, pero no tuve una infancia muy feliz ya que mis padres me comparaban continuamente con mis hermanos en lo que a mi aspecto y habilidades se refería.
Mi hermano y yo ascendimos en el mismo período, pero eso no hizo más que empeorar las cosas.
Nos instruimos juntos en el templo y la brecha entre sus aptitudes y las mías se fue haciendo más y más grande.
Los instructores se encargaban continuamente de que me sintiera miserable.
Hubiera sido genial que me hubieran dicho que me envidiaban por tener un hermano tan maravilloso, pero en vez de eso hablaban de mí a mis espaldas a todas horas.
Para cuando acabé la instrucción en el templo, mi hermano ya era un conocido Arconte.
Me compré las mejores armas y las prendas más caras para esconder mi complejo de inferioridad, pero fue una empresa inútil.
Por mucho que me esforzase, nunca podría alcanzar a mi hermano.
Por eso comencé a pasar cada vez más tiempo en la taberna, para olvidarlo.
Un día estaba tan borracho que abusé sexualmente de una Daeva que estaba de paso. La casualidad quiso que fuera de Vanajal.
Por eso mi castigo fue mucho más severo de lo que merecía y, para mi vergüenza, tuve que matarme a trabajar en la cárcel.
Cuando cumplí mi condena y me liberaron, mis padres me habían conseguido un trabajo como administrador del almacén de la legión.
Mi madre dijo que todo había sido culpa suya y me imploró que aceptara el puesto. Accedí porque no podía ignorar su ruego, pero no podía dejar de sentirme miserable.
Un día estaba tan deprimido que decidí irme a rezar al Gran Templo y de camino me encontré casualmente con un Daeva de la videncia.
Puede parecer increíble, pero dijo sin rodeos: "Este no es el lugar al que pertenecéis. Dirigíos a otro mundo y encontrad el camino correcto".
Cuando escuché estas palabras me sentí como si alguien me hubiera despertado de un largo letargo. Recogí todos mis enseres de inmediato y me fui de Pandemónium.
No sabía a dónde ir y me dirigí a Isalguen sin más planes en mente. Nunca había estado allí, pero uno de los amigos más cercanos que había conocido en el templo era de allí.
Al principio me sentí libre y sin preocupaciones. Al dejar Pandemónium, el hogar donde había nacido y donde había pasado toda mi vida, vi mucha pobreza y desdicha.
Poco después, un grupo de ladrones me asaltó y me robó todo el dinero. Creo que en aquel momento parecía una presa fácil.
Después de perder mi dinero, continué vagando y me encontré con un agradable recolector que estaba dispuesto a ayudarme.
En aquel momento entendí que los pobres reconocen mejor las dificultades de los demás. En vez de darme un mísero Quina, los Daevas me señalaban con el dedo.
No podía quedarme eternamente en su casa porque sabía que los ingresos que mi protector obtenía con la recolección eran escasos. Reuní algunas hierbas haciendo uso de mi más bien deficiente instrucción en la extracción de esencias, las dejé en su casa y me fui.
Desesperado, me dirigí al Abismo. Me arrepentía de haber dejado mi hogar, pero no podía volver con las manos vacías.
¡Os podéis imaginar lo peligroso que fue ir solo al Abismo para un miserable Daeva como yo!
Durante algún tiempo tuve que esconderme aquí y allá para sobrevivir. Cuando lo recuerdo ahora no puedo evitar avergonzarme, pero en aquel momento no conocía otra forma de seguir adelante que escondiéndome, porque no tenía el valor de luchar contra los Balaúres y los elios y mis artes de vuelo eran pésimas.
Al final me metí en serios problemas.
Un día me dormí en la calle, supongo que agotado después de un extenuante día.
Un ruido me despertó y me di cuenta de que estaba dentro de una trampa mágica y rodeado de Draconautas.
En aquel momento tenía tanto miedo que se me pasaron por la cabeza los pensamientos más terribles.
Lord Lepar apareció en aquel preciso instante. Apareció de pronto, ahuyentó a los Draconautas y me salvó.
¿Qué hubiera sido de mí si los Draconautas me hubieran secuestrado? Todavía me estremezco al pensarlo.
Lord Lepar me ayudó entonces sin hacer una sola pregunta.
Al pensar en su generosidad me invade una confianza infinita en él.
Lord Lepar hizo más por mí que mi propia familia. Nunca nadie me había tratado con tanto cariño.
Pero eso no fue todo. Lord Lepard me dirió unas palabras, todas ellas conmovedoras.
Sobre todo, la que más me tocó, fue la afirmación de que todo hombre puede llegar a ser perfecto. También yo.
Parecía como si todas las cargas que me habían torturado durante tanto tiempo se hubieran desvanecido.
Los compañeros que ya habían sido revolucionarios leparistas me lo enseñaron todo en el centro de reclutas.
La instrucción fue dura, pero pude sentir cómo la fuerza crecía lentamente en mi interior.
Renací desde mi más profundo ser como Leparista.
Al comenzar a confiar lo suficiente en mí mismo, mis habilidades superaron a las de cualquier otro Leparista. Parecía como si me hubiera convertido en alguien totalmente diferente.
Entonces quise compartir la dicha que se me había concedido con otras almas infelices.
Cuando le conté a Lord Lepar mi idea, me dio una misión sin preguntar siquiera por mis habilidades.
Me tenía que vestir de peregrino, ir a la biblioteca de Pandemónium y traerle un libro muy importante.
Ahora puedo confesar que casi me pillan. Me reconoció un borracho llamado Matusquei a quien encontré casualmente en las calles de Pandemónium.
Salí ileso de esta delicada situación acusándolo de borracho.
Cuando cumplí con éxito la misión, estaba tan feliz que no podría haberlo expresado en palabras.
Me dio la confianza que necesitaba para saber que podía llevar a cabo misiones importantes.
Ya sabéis lo que pasó después.
Lideré diversas operaciones y fui responsable de algunos actos como el alboroto en el Astillero Tempestuoso, el robo de los suministros del Abismo y la desaparición del Juez sombrío. Además, fui yo quien robó el mapa de la fuente mágica a los Leparistas de Eltnen y luego huyó.
He utilizado numerosos nombres falsos en Elísea, Asmodia y el Abismo y llevado a cabo muchos actos heroicos.
No obstante, me esfuerzo en no olvidar nunca cómo me salvó Lord Lepar, porque ese fue el día en el que renací como Leparista.
¿A qué me dedico en este momento? Llevo a cabo una misión especial en un importante emplazamiento que, por supuesto, no puedo revelar.
Espero que hagáis todo lo posible por progresar y construir una nueva Atreia.