Querido Ulgorn:

Cuando me convertí en bandida, me disteis la bienvenida con una sonrisa. Estaba nerviosa por empezar una nueva vida, pero vos disipasteis todas mis dudas al pronunciar con tanta seguridad: "¡Bienvenida a los bandidos de Ulgorn!".

Entonces yo no lo sabía, pero en ese momento empecé a enamorarme de vos.

¿Por qué me enamoré de vos? ¿Sería por cómo os quedabais solo cada noche junto al Lago Tunapre?

¿O tal vez por cómo os ocupabais de cada uno de los bandidos y por vuestro trato justo y generoso hacia ellos?

No sé cuándo ni por qué ocurrió. Un día me di cuenta y, desde entonces, mi corazón se acelera cada vez que me sonreís.

Me acuerdo del último invierno. Era un día terriblemente frío y me visteis tiritar. Me arropasteis con vuestro abrigo.

Sabía que solo me queríais proteger del frío, pero en ese momento deseé que lo hubierais hecho porque me queríais.

Mi corazón se rompió en pedazos la primera vez que vi cómo observabais aquel collar con añoranza: el collar con la imagen de vuestra fallecida esposa.

¿Todavía la queréis, después de todos estos años?

Cuando supe que no tenía esperanzas, hube de armarme de valor para sonreíros y hablar con vos. Sin embargo, sabía que no podía aliviar vuestro dolor.

Nunca quería escribir esta carta. Tomáosla como el último capítulo, como el final escrito de un amor que nunca tuvo un comienzo.

¿Podré olvidar lo que siento si lo recuerdo cada día que lucho junto a vos?

Sé que debería... y algún día lo conseguiré. Algún día os veré como el líder y solo como el líder... Algún día.

Linevir, quizá una cobarde