Los Daevas solo saben hablar de sus armas. Parece que no piensan nunca en las armaduras, en la protección de su persona. ¿De qué sirve un arma si uno ya no la puede utilizar? Están demasiado acostumbrados a la inmortalidad, confían demasiado en los obeliscos.

Olvidan a todos los Daevas que murieron, hace ya mucho tiempo, en el Abismo. Su destino debería ser una lección para todos nosotros. Si hubieran tenido mejores armaduras, tal vez hubieran tenido más probabilidades de sobrevivir.

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¡Asfelumbra, mi querido[f:"querida"] amigo[f:"amiga"]!

Adiós.