He vivido durante muchas generaciones bajo el noble Elim, en armonía con su existencia. Sé más de él que cualquier Daeva con vida.

Todos los creyentes veneran, respetan y siguen los deseos de los Elims. Sin embargo, solo llegan a comprenderlos verdaderamente unos pocos.

He recopilado todo lo que sé sobre estos orgullosos árboles. Que Lady Yustiel guíe mis alas.

Nadie conoce los orígenes de los Elims. Los propios Elims dicen que son la ascensión de los árboles, así como los Daevas son la de los humanos.

Así como los Daevas protegen a la humanidad, los Elims se dedican a proteger el bosque. Cuentan leyendas de héroes como Minaru, el que no prende, que luchó en la Guerra Milenaria contra los Balaúres.

Los libros de historia de los humanos, por supuesto, no dicen nada de estos héroes (típico de nuestra egocéntrica especie).

De acuerdo con otras leyendas, el gran árbol Arbolu es el antepasado de los Elims y, quizás, de todos los árboles.

Según estas leyendas, Aion creó en el amanecer de Atreia a Arbolu y le encomendó la tarea de proteger a todos los árboles y las flores del mundo. Y aunque estas leyendas solo sean leyenda, lo que no se puede negar es que el Elim con vida más anciano.

Arbolu habla en muy contadas ocasiones, sirviéndose de un nudo a modo de boca y orejas. A su alrededor, un grupo de adeptos humanos ha construido un pequeño campamento. Él los protege con su abrazo.

Como por los Daevas, por los Elims fluye el éter. Cuando envejecen y crecen, aumenta el éter que corre por sus venas de tal forma que les otorga habilidades mágicas, al igual que les ocurre a los mejores hechiceros humanos.

La magia que manejan los ancianos Elims supera con diferencia todas las capacidades humanas. Estos Elims adquirieron tal tamaño que ya no se pueden caminar sobre el suelo, sino que deben permanecer con las raíces hundidas en él.

Sin duda, los Elims poseen un poder similar al de los soberanos empirianos. Sin embargo, y al contrario que los humanos, ellos nunca se rebajarían a hacer magia por fanfarronear o llamar la atención.

Lord Daminu de Porta es uno de los Elims más ancianos. Se ha convertido en el protector de todos los bosques que le rodean.

Solo con su fuerza de voluntad es capaz de hacer que broten árboles y que durante la noche crezcan hasta alcanzar un tamaño gigantesco.

Se dice que su poder es tan inmenso que incluso puede auscultar el pasado y el futuro. Aunque solo comparte esta sabiduría con los Daevas más sagrados de entre todos.

Es raro que un Elim dé frutos. Si los da, estos poseen características extremadamente peculiares porque contienen éter y la bendición y el amor de los Elims.

Algunos revelan a quien los consume pasajes de sus recuerdos más preciados. Otros están provistos de un veneno mortal, de irremediables enfermedades o incluso causan heridas graves.

Un particular fruto, que he podido probar, proporcionaba un intenso sentimiento de euforia y transmitía una sensación de unión absoluta con la naturaleza. Sentí como si mi conciencia fuera una con la del Elim cuyo fruto había podido comer. Y vi que todos éramos parte del mismo ser, todos formamos parte de Aion.

Si pudiera hacer que toda Atreia probara este fruto, todos podrían ver lo importante que es vivir en armonía con la naturaleza. No debemos separarnos de ella encerrándonos en torres de marfil, y tampoco deberíamos ansiar las poco naturales energías del Abismo.

Deberíamos cuidar la antigua y fructífera tierra de Elísea hasta que volviera a ser la que era antes, sin las cicatrices que le provocó la Gran Catástrofe. ¡Deberíamos recordar lo que era el verdadero trabajo del campesino, basado en esfuerzo y sudor!

Los elios y los asmodianos podrían volver a estar unidos bajo las ramas protectoras de los Elims.

Al fin y al cabo, los Elims solo quieren la paz y todos los que son verdaderos creyentes de Aion respetan el deseo de sus nobles siervos, los Elims.

Un Daeva que no hace caso a los ruegos de los Elims, es un Daeva que vuelve la espalda al mismo Aion.

Por eso desconfío de los Leparistas. Los Elims me susurran extrañas cosas que les han hecho esos blasfemos y me hablan de un extraña peste que expanden por el bosque.

También me hablan de monstruos. Me hablan de Elims que sufren y se retuercen lastimeramente hasta acabar doblados con formas extrañas, de bestias enfurecidas que marchan a través de las sombras del bosque y de criaturas a las que antes protegían y ahora les causan terribles sufrimientos.

Si no respetamos a los Elims, corremos el peligro de despertar la ira de la naturaleza. ¿Y qué pasaría si los árboles marcharan contra nosotros? ¿Que pasaría si las raíces y las ramas estrangulan nuestras ciudades? ¿Y si las plantas trepadoras se enrollaran alrededor de nuestros cuellos?

Pero si los escuchamos y cuidamos nuestra amistad, los Elims pueden ser un aliado en potencia. Si no tuvieran que dirigir su atención a la podredumbre y a la desertización de Elísea, podrían utilizar su poder para expulsar a los Balaúres de Atreia para siempre.