Me alegra veros, joven Daeva.

Mi madre, en sus tiempos, era tan hermosa que quitaba el sentido. No había Daeva que pudiera apartar la mirada cuando ella pasaba.

Cuando era joven, tenía una tienda en la ciudad. Era un punto de encuentro de gente muy interesante... la mayoría solo iban para verla.

¿Pero de qué sirve la belleza si estamos rodeados en vida de tanta miseria?

(Sonreís y asentís).