Jaspar, Daeva del engaño

Jaspar fue elegido como espía por su aspecto: pelo oscuro, piel pálida y alas negras. A menudo lo enviaban a las fortalezas del Abismo controladas por los asmodianos para preparar el ataque. Sin embargo, algunos Arcontes desconfiaron de su lealtad por su aspecto físico.

Jaspar se encontraba en la fortaleza durante un ataque al Ala Derecha de Siel cuando una horda de Balaúres se abalanzó sobre los asaltantes elios. Se lanzó a la batalla sin importarle su propia seguridad. Su destino es desconocido.

Mustapino, inventor de la aeronave

Mustapino provenía de una familia de aclamados alquimistas y artesanos. Era un inventor fantástico y la aeronave era el fruto de todo el saber que había acumulado.

Se negó a cumplir el encargo de Sánctum de concebir una aeronave militar y exigió que su invento se utilizara exclusivamente con fines pacíficos.

Mustapino fue acusado de traición, pero desapareció antes de que lo pudieran llevar a los tribunales. Se dice que todavía vive y que sigue ideando artefactos que entrega a otros inventores, a los que permite llevarse la gloria.

Aisha, Daeva de la luz solar

El padre de Aisha era embalsamador. Un día, mientras lo ayudaba a ungir a un difunto, este se despertó como muerto viviente.

El cadáver mató al padre de Aisha ante sus ojos y ella se salvó por muy poco. Cuando ascendió, se consagró en cuerpo y alma a exterminar muertos vivientes.

Se dice que el sol aparece entre las nubes allá a donde se dirige y que su mera presencia puede sanar a los heridos y hacer enfermar a los muertos vivientes. La historia de cómo arrancó a su amante de las garras de la muerte ya fue contada en otro lugar.

Nantucos, Daeva de la poesía de mal gusto

Había una vez un Daeva llamado Nantucos...

(El resto de este artículo ha sido censurado por orden del tribunal de obscenidades de Sánctum).

Ducofni, Daeva del descubrimiento

La hermana de Ducofni despareció cuando él todavía era un niño. Siempre estuvo convencido de que los Balaúres la habían raptado y de que seguía viva en algún lugar.

Cuando ascendió, dedicó todo su ser a revelar los secretos de los Balaúres. Su búsqueda infatigable ya le ha permitido descubrir muchos secretos oscuros sobre Atreia.

Sin embargo, su hermana todavía no ha aparecido.

Benes, Daeva de la vestimenta divina

Benes era ya una modista puntera cuando era mortal. Un día ascendió mientras confeccionaba un espléndido traje de brocado.

Sus diseños extremadamente atrevidos y su predilección por los tacones altos revolucionaron la moda de Elísea y sus creaciones llegaron incluso a Asmodia.

Nunca intentó destacarse en la Guerra del Abismo. Por el contrario, está convencida de que la moda es su ofrenda divina para el pueblo de Elísea.

Eurípides, Daeva der la transformación vital

Nadie sabe si Eurípides nació hombre o mujer. Se le concedió el don de dar forma al éter de los Daevas y de modelar sus cuerpos y rasgos faciales a su antojo, labor que realiza sobre sí a diario.

Aunque ahora mismo es un hombre adulto de pelo castaño e impresionantemente atractivo, no se sabe cuál será su aspecto mañana.

Ecoboros, Daeva del amor sin remedio

La conocida obra de teatro sobre Ecoboros apenas exagera los acontecimientos reales: Ecoboros se enamoró sin remedio de Lady Ariel cuando la vio por primera vez.

No se puede afirmar con toda certeza si fue su amor por ella lo que lo hizo ascender. Han pasado siglos, pero todavía no ha conseguido ganarse el corazón de la soberana de la luz.

Sarano, Daeva del arte vanguardista

Sarano fue siempre una figura controvertida en la escena artística de Sánctum. Algunos afirman que su trabajo derrocha una belleza trascendental; otros dicen que es pura blasfemia.

Parece que los soberanos empirianos tendían a esto último, ya que Sarano está proscrito de Sánctum desde hace más de 400 años.

Zahada, Daeva de la arquitectura

Zahada alcanzó la fama con la remodelación de la Ciudadela de Vérteron. Su trabajo fue un gran éxito y le encargaron el proyecto de las torres de la puerta enrejada que flotan al oeste de Sánctum.

Sus obras son atrevidas y dinámicas a partes iguales y caracterizarán la arquitectura elia durante siglos. Desgraciadamente, Aion se la llevó demasiado pronto cuando fue sorprendida sin quiscs durante un trágico viaje de ocio al Abismo.

Pistácora, Daeva del duelo

Pistácora y su mayor adversario ascendieron el mismo día. Aunque nadie sabe cuál era el origen de su rivalidad, luchaban cada vez que se les presentaba la ocasión. Aunque intentaban matarse continuamente, todo el que los conocía decía que se comportaban como si fueran viejos amigos.

Cuando se convirtieron en Daevas, su rivalidad pasó a otro plano: quién se merecía ostentar el título de "Daeva del duelo". A pesar de que libraron cientos de duelos como Daevas, nunca había vencedor porque ninguno de los dos podía morir.

Finalmente, acordaron medirse en un último duelo en las profundidades más recónditas del Abismo. Ningún otro Daeva se atrevió a ir con ellos y por eso no hubo testigos, pero debió de ser una batalla histórica de la que solo regresó Pistácora.

Haganeti, Daeva de la gula

Haganeti disfruta de su comilón título. Durante sus años como Daeva ha comido hasta morir numerosas veces para luego resucitar en el obelisco más cercano y planificar su próximo festín pantagruélico.

Lánito, Daeva de la vida rural

Antes de ascender, Lapnitos era granjero y, después de ascender, siguió siendo granjero. Antepuso una humilde vida en el campo a la que denominó "la ostentosidad vanidosa de la vida de Sánctum".

Se dedicó a alentar a otros Daevas a seguir su ejemplo y durante algún tiempo existió en las montañas de Elnen una pequeña comunidad agrícola bajo su mando.

Escrilájito, Daeva de la moral

Escrilájito era conocido como "el Daeva más moral de Sánctum", un título que rechazaba continuamente porque, en su opinión, solo correspondía a los soberanos empirianos. Aplicaba siempre los preceptos morales más estrictos y no dudaba en juzgar a todo aquel que no cumpliera con sus elevadas exigencias sobre el asunto.

La población de Sánctum se quedó estupefacta cuando se descubrió que era autor de una serie de brutales asesinatos. Cuando le pidieron explicaciones, se opuso a que lo detuvieran, acabó con los Guardas que se interpusieron en su camino y huyó de la ciudad.

Aparentemente, en su visión del mundo solo cabían lo bueno y lo malo y, durante su existencia como Daeva, se consagró a ambos con todas sus consecuencias.