Saludos.
Un día había un Ayas sentado delante de mi casa.
Tenía una pierna herida y no podía jugar con los demás. Y por casualidad, se sentó delante de mi casa.
Lo invité a pasar a casa y le curé la herida.
Le di algo de comer y de beber.
El Ayas se recuperó enseguida.
Quería seguir cuidando de él en casa, pero mi madre me dijo que no podía ser.
Si quería criar Ayas de verdad tendría que hacerme pastor.
Y eso es justo lo que hice.