Querido Fréyir:
Disculpad mi tardanza en responderos, hermano.
Me alegra saber que estáis bien.
Yo también estoy bien.
A excepción del clima. Como ya habéis adivinado, aquí hace un frío terrible.
La ropa de acolchada que me enviasteis la última vez fue una bendición y me mantiene abrigada. Cuando la llevo puesta, pienso en vos y en la familia.
Como sabéis, la situación aquí en Beluslan empeora visiblemente.
Es imposible que os imaginéis lo terrible que es. Sí, sí, sé que llega a vuestros oídos, pero la gravedad del asunto solo se comprende cuando se está aquí.
Intento estar siempre alerta y no relajarme nunca.
La buena noticia es que puedo medirme con personas excelentes y demostrar mis capacidades...
Sin embargo, y lamentándolo mucho, tal y como está la situación he de negaros el favor.
La Mina de Maleco está muy alejada de mi emplazamiento y soy centurión: no puedo abandonar mi puesto por un asunto personal.
Sería mucho mejor que preguntarais directamente a un Sugo.
Quiero contaros más cosas, pero me reclaman.
Os escribiré de nuevo en breve.
¡Hasta pronto y volved a escribirme!
Desde Beluslan, Freiya...
P. S.:
¡Por cierto! La próxima vez que escribáis una carta, entregadla personalmente.
El servicio postal sugo se equivocó de destinatario al entregar la última carta y transcurrió un tiempo hasta que finalmente llegó a mí.