Paguiner estaba en una fiesta y se había bebido unas copas de vino cuando el servicio postal sugo le entregó la carta. Al leerla, el mundo se le cayó encima: los Crals habían atacado el campamento de Soroner, decía en tono sobrio la misiva. Solo hubo un superviviente y no era él. "Yang...", gimoteó ella mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. "Yang".
Se presentó decidida ante el consejo de Changarner y dirigió su colérica mirada a Chiriner. "Pero fue vuestra culpa que esté muerto", protestó. "Si no lo hubierais enviado allí...".
"Si no hubiera sido tan codicioso", dijo Chiriner, "no se hubiera metido en problemas y yo no hubiera podido ocupar su lugar en consejo".
"¡Os arrepentiréis!", dijo ella. "¡Paguiner se ocupará de que consejo de Changarner pierda monopolio!".
El consejo entero se burló de ella. "¿Cómo pretendéis hacer eso sola? Vuestro instinto para negocios es como de Trasgo. Dejadlo y volved a vuestras fiestas".
En el nuevo letrero colgado sobre la puerta se leía: "Bazar de la brisa". Paguiner y Risiner esperaban a sus primeros clientes detrás del mostrador. "Holitas", dijo Paguiner, "Paguiner os da bienvenida a Bazar de brisa! ¡Mejor servicio, mejor servicio, yang, yang!".
"Muy bien", dijo Risiner, "pero intentad sonar más ávida. Deben pensar que pueden hacer buen negocio aquí".
Seis meses más tarde estaba otra vez frente al consejo de Changarner, que volvió a reírse de ella. "¿Por qué iba a quemar consejo de Changarner vuestra pequeña tienda?", dijo Chiriner. "No sois nada, solo pequeño ovillo de pellejo que piensa que puede medirse con consejo de Changarner. Pero ahí os habéis excedido".
"Paguiner había encontrado forma de eludir vuestro monopolio y no os convino, necio codicioso. Pero puedo compensar a clientes por todo lo que perdieron en fuego con acciones en empresa de transportes de brisa".
Chiriner la miró estupefacto.
En la inauguración, Paguiner no probó una gota de alcohol, ni siquiera cuando Risiner le puso una botella en la pata y le dijo que no tenía que estar tan callada. No obstante, estaba demasiado ocupada como para yang, yanguear y yanguear con los nuevos miembros humanos del consejo de administración, que era lo que se esperaba de ella al presentarles la nueva y radiante aeronave.
Cuando escuchó al pregonero clamar las noticias, no le sorprendió lo más mínimo. El consejo de Changarner había subido deliberadamente los precios de los cubos para cubrir las malversaciones de Yurener. Sánctum no se iba a quedar de brazos cruzados y el consejo se disolvió por decreto empiriano. Tampoco se sorprendió cuando el mensajero se paró en la puerta de su tienda y le pregunto si su empresa quería ser la nueva proveedora oficial de Sánctum...