Al Oeste de Beluslan hay una ciudad de hielo que una vez fue conocida como La Dorada Curnegalburgo. Durante los días de la catástrofe fue un centro de aprendizaje, del comercio y de la cultura y superaba en bienestar a todas las ciudades de Atreia.
Curnegalburgo no fue la primera ciudad construida sobre este suelo. Se levantó sobre las ruinas de una ciudad de los Balaúres que había caído en un violento conflicto entre los Balaúres y los doce soberanos empirianos.
Incluso en su estado desolado, este lugar atraía colonos. Bajo la protección de los soberanos, los Daevas recién ascendidos aprovecharon la corriente extraordinariamente enérgica del éter para desarrollar ingeniosos aparatos y levantar la ciudad más ostentosa que había existido hasta el momento.
El nombre de "Ciudad de oro" procedía originalmente del color del material de construcción (principalmente arenisca) y finalmente alcanzó mucha más importancia.
Los hechiceros construyeron poderosas torres que se alzaban a gran altura en el cielo y en las que podían realizar sus estudios y experimentos arcanos. Los Daevas de la arquitectura esculpieron moradas en la roca de la montaña, levantaron enormes murallas para contraatacar al enemigo y construyeron fascinantes jardines y templos flotantes que se desplazaban por el aire.
Lo que había sido una ruina silenciosa ahora rebosaba de vida.
Muchos fenómenos envueltos en leyendas se relacionan con la corriente etérea de Curnegalburgo. Los experimentos mágicos y la provisión de objetos con éter registraron una cuota de éxito extraordinariamente alta.
Sin embargo, resulta aún más notable el hecho de que durante varios años los apuntes confirmaban que los niños nacidos en Curnegalburgo tenían más probabilidades de ascender a Daevas que en otras partes. Al principio los habitantes creían sencillamente que tenían suerte o que habían sido bendecidos, pero pronto les quedó claro que este fenómeno apenas guardaba relación con el azar.
Sequiel, la sacerdotisa de la ciudad, encargó secretamente a los eruditos que investigaran el auténtico origen de este poder. Hay muchos rumores acerca de lo que supuestamente descubrieron, pero ninguno de ellos se considera un hecho confirmado, pues los resultados de las investigaciones desaparecieron con la destrucción de Curnegalburgo.
El esplendor de Curnegalburgo fue al mismo tiempo el fin de la Guerra Milenaria. Los doce soberanos empirianos intentaron hacer las paces con los Balaúres, lo que condujo al suceso hoy denominado "la Catástrofe".
Cuando los soberanos de los Balaúres resultaron agredidos en el lugar escogido para la conferencia de paz, gritaron que les habían tendido una trampa, y aquellos que habían esperado fuera del Campo Etéreo se dispusieron a atacar la Torre de Aion.
En el trayecto a la torre, las hordas se abrieron paso a pisotones atravesando numerosas ciudades humanas y sus templos. Tanto los habitantes como muchas legiones de los Daevas intentaron inútilmente ralentizar la afluencia de los Balaúres.
La dorada Curnegalburgo estaba muy apartada del camino que tomaron las hordas de Balaúres. Los habitantes suspiraron de alivio, seguros tras sus gigantescos muros.
Casi como si quisiera burlarse de su optimismo, de repente un inmenso Dragón azul que procedía del Este se dirigió hacia Curnegalburgo. Según los apuntes, su nombre era Eresquigal.
El Dragón sobrevoló la ciudad y sus palabras resonaban sobre el cielo: "Habéis osado tocarlo. Nunca os lo perdonaré". Y con su aliento desató tempestades, remolinos de copos de nieve y fragmentos de hielo afilados como cuchillos.
Los habitantes, mudos por el susto, tuvieron que contemplar cómo la tempestad procedente del aliento de Eresquigal se cernía sobre ellos. La nieve era tan densa y caía a tanta velocidad, que la ciudad y sus habitantes quedaron sepultados.
Cuando regresaron los pocos Daevas que habían sobrevivido a la destrucción de la torre, Curnegalburgo solo era un desierto de hielo bajo una tormenta de nieve que parecía no tener fin.
El aliento de Eresquigal permaneció sobre la ciudad como testamento permanente de su furia misteriosa.
Hoy, la helada Curnegalburgo es el lugar más frío de toda Beluslan. Ningún erudito puede decir por qué Eresquigal maldijo esta ciudad.
Las palabras del Dragón quizá nos permitan deducir que bajo la ciudad se ocultaba un artefacto poderoso que los soberanos de los Balaúres no querían descubrir. Esta teoría explicaría la Corriente de Éter extraordinariamente potente.
También hay teorías que afirman que castigó a Curnegalburgo porque Sequiel estaba a punto de exigir el poder del artefacto para sí misma.
Son muchos los buscadores de tesoros y arqueólogos que partieron hacia Beluslan impulsados por el sueño de encontrar los documentos de Sequiel y el cruel artefacto.
Todas sus esperanzas resultaron frustradas: ni siquiera consiguieron abrir un diminuto agujero en el hielo... inimaginable pues el dar con ningún tesoro.
Ni siquiera los Daevas del fuego pueden romper el hielo, aunque siguen intentándolo. Cada día que pasa, Curnegalburgo se relega más al olvido.