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Tomo 2: Los Gurres

- Introducción -

Los Gurres son distintos a los demás Sapiens.

La mayoría de los Sapiens ya existían antes de la Gran Catástrofe, pero los Gurres aparecieron de repente más adelante.

Al contrario que los demás Sapiens que aparecen en diversos lugares de Atreia, los Gurres solo se encuentran en Tiamaranta.

Por eso existen muchas leyendas sobre la formación de los Gurres.

- La formación de los Gurres -

Según la leyenda, los Gurres eran originalmente humanos que se rindieron a los Balaúres.

En lugar de someterse a las leyes de Aion, prefirieron doblegarse ante los Balaúres y servirles.

Los que tenían talento para la artesanía fabricaban para ellos armas y armaduras, mientras que los más fuertes construían edificios y quienes no poseían ninguna habilidad eran empleados como sirvientes.

Los humanos eran pequeños y débiles en comparación con los Balaúres, por lo que necesitaban demasiado tiempo para cumplir las misiones, y resultaban heridos o incluso morían.

Por eso los Balaúres no querían matar a los humanos, aunque se dieron cuenta de que se estaban convirtiendo en un problema.

Cierto día, un guardián dracan cometió un grave error que tuvo unas consecuencias nefastas para los humanos.

Por miedo a ser castigado, el guardián echó la culpa a los humanos, que fueron transformados en Gurres y desterrados a la región húmeda y oscura del pantano.

- El árbol del Pantano Gurr -

Los Gurres, que habían sido expulsados al pantano, vivieron una época de desesperación. Se habían sometido a los Balaúres para poder sobrevivir, y al final habían sido convertidos en Gurres.

Muchos Gurres desesperados se quitaron la vida. Se lanzaron a la corriente de lava ardiente o saltaron desde los acantilados más altos.

Fueron tantos los Gurres que se suicidaron, que las aguas del Pantano Gurr se tiñeron de rojo.

Sin embargo, un día empezó a brotar algo en la orilla.

No se sabe si fue por la sangre de los Gurres, pero el caso es que los brotes crecieron a gran velocidad.

En lo que se tardaba en dar 6 pasos, los brotes habían duplicado su tamaño.

El árbol creció y creció hasta alcanzar la altura del acantilado desde el que se habían tirado los Gurres buscando la muerte.

Los Gurres que habían sobrevivido construyeron casas sobre las enormes hojas del árbol y se establecieron allí.

- Ofrenda para el Monstruo dorado -

Los Gurres cazaban Centelleadores y vivían apaciblemente, hasta que un día sucedió algo extraño.

Los Gurres que habían entrado en la cueva de la lava nunca regresaron.

Al principio creyeron que se habían caído a la lava por descuido al perseguir a sus presas. Sin embargo, cada día iban desapareciendo más Gurres y su jefe empezó a sospechar.

Ayudado por muchos de sus súbditos, fue a la cueva para investigar. Pero la cueva estaba vacía.

Mientras la registraban, oyeron de pronto un grito ensordecedor. Uno de los Gurres que estaba cerca de la lava fue absorbido hacia el interior.

Los demás se quedaron atónitos, sin saber qué hacer y sin atreverse a dar un paso, hasta que por fin se alzó de la masa de lava un ser violento y brillante.

El Monstruo dorado sacó una larga lengua con la que fue atrapando uno tras otro a los Gurres para tragárselos. Los que pudieron salieron corriendo para salvar su vida.

Desde ese día, el Monstruo dorado atacó impunemente una y otra vez la cueva de los Gurres.

El jefe pensó que había que hacer algo, pero no se le ocurrió ningún modo de acabar con el Monstruo dorado.

Como no tenían otra salida, decidió que le llevarían ofrendas al temible engendro.

Cuando consideraban que el Monstruo dorado debía tener hambre, enviaban algunos Gurres a la cueva.

Los Gurres no tenían muy buena memoria, por lo que olvidaban totalmente la existencia del monstruo e iban obedientes a lo que sería su perdición.

Hoy en día los Gurres siguen sacrificándose como ofrendas al Monstruo dorado para poder sobrevivir.

- La transformación en Celato -

En el Pueblo de Abade vivía Ramaz el holgazán, de la Alianza dragoniana.

Mientras que otros salían a cazar o trabajaban laboriosamente, Ramaz se pasaba el día tumbado en la cama.

Los habitantes del pueblo le echaban en cara su pereza, pero Ramaz no les hacía ningún caso.

Se quedaba todo el día acostado y durmiendo hasta que su mujer le llevaba la comida. No se levantaba ni para comer.

Si la comida llegaba tarde, golpeaba a su esposa o le gritaba.

El cuerpo de Ramaz cambió debido a la falta de movimiento y al hecho de que come tumbado. El volumen de la barriga aumentó, mientras que las extremidades se encogieron.

La mujer de Ramaz empezó a preocuparse y le recomendó que se moviese un poco. Su respuesta consistió en gritos y golpes.

Un día, cuando se estaba celebrando una fiesta, Ramaz volvió a salir de casa después de mucho tiempo.

Se tragó todo lo que encontró en la fiesta. Los habitantes del pueblo intentaron advertirle de su glotonería, pero no los escuchó.

Después de la fiesta, Ramaz no fue capaz de volver a casa por sus propios medios. Su mujer tuvo que ir a recogerle.

Intentó subirlo a un carro para llevarlo a casa, pero el carro se partió y Ramaz cayó rodando por la colina.

Asustada, la mujer corrió colina abajo en busca de su marido, pero no logró encontrarlo.

En lugar de Ramaz había un Celato violento y quejumbroso. Por supuesto, el Celato era Ramaz transformado,

pero su mujer no lo sabía. Así que reunió a todo el pueblo y les dijo que Ramaz había desaparecido. Los habitantes de la aldea tampoco pudieron encontrarlo, y más tarde expulsaron del pueblo al Celato.

Ramaz estuvo vagando hambriento y sin hogar.

Finalmente llegó al Pantano Gurr y se estableció allí.

Ramaz no fue capaz de abandonar su antigua costumbre de quedarse quieto en un lugar, sin moverse.

Ahora amenazaba a los Gurres en lugar de a su mujer.