Zanuto

Hizo su patrimonio transportando quiscs al Abismo. Esto le permitió prosperar hasta convertirse en un miembro muy respetado de la sociedad de Pandemónium. En contraposición a otras familias de Vanajal, ninguno de sus hijos llegó jamás a ascender.

Quinterun, maestro de la fabricación de armaduras en Pandemónium

No solo es el mejor maestro de armaduras de todos los tiempos (preguntadle a él mismo), sino que durante los últimos 157 años ha sido el vencedor absoluto del concurso que se celebra todas las noches en la Taberna Apelbine, llamado "¿Cuántos tacos se pueden decir en una sola frase?".

Durante todos estos años, él mismo ha inventado una gran cantidad de palabras malsonantes, incluidos "me draco en todo", "aplatijado", "Escurv cabeza-cuadrada" y el algo críptico pero efectivo "fliqui".

Sudan, el carnicero de Resanta

Probablemente Sudan sea el carnicero más duro del Abismo. Con su poderosa hacha gigante, el "Hacha de fuego", ha masacrado legiones enteras de elios con una furia hasta el momento inigualable.

Toda Elísea teme la visión de sus estandartes de lucha manchados de sangre. Nadie sabe lo que impulsa a este temible soldado a la destrucción, pero una cosa es segura: no descansará hasta que no haya acabado con todos los elios.

Armandino y Batali, Daevas de la gastronomía

La especialidad de este dúo de padre e hijo son las salchichas. Comenzaron con ingredientes sencillos como Sélido y Brajo, pero después ampliaron su repertorio al descubrir que todas las partes del Balaúr son comestibles si se preparan adecuadamente.

Son muy hábiles manejando cuchillos y realizan una importante contribución tanto a la nutrición como a la defensa de Asmodia.

Sarayon, Daeva del bosque

Sarayon se negó a luchar en la Guerra del Abismo y en su lugar decidió proteger el esplendor del Bosque de Moslan. Los soberanos sedim temían que su delito diera un ejemplo peligroso y enviaron a toda una legión a los bosques para buscarla.

Tras una semana de búsqueda, regresaron a casa con las manos vacías. Si bien jamás volvió a ser vista, a veces hay caminantes que regresan de sus viajes a través del bosque y hablan de una presencia benévola que los protegió.

Ulut, Daeva de la suerte

Siendo aún un humano, Ulut apostó con Marchután, el soberano del destino, que algún día ascendería. Marchután profetizó que Ulut no estaba destinado a ascender.

Ulut argumentó que era la suerte y no el destino lo que regía el universo y se fue para realizar su ambición de ascensión. Un año después, Ulut regresó con sus alas. Marchután remuneró la apuesta y declaró que a partir de entonces Ulut sería conocido como el Daeva de la suerte.

Riquiel, el Daeva de la insatisfacción

Riquiel nunca encontró una tarea apropiada para él. Cuando luchaba en la Guerra del Abismo, dijo que no le gustaba la violencia. Como sanador de almas, se cansó de permanecer día y noche junto al obelisco.

Fue poeta, portero, sacerdote, filósofo... pero incluso al cabo de muchos siglos no encontró ninguna profesión que le gustara.

Deila, Daeva de la conclusión

Deila ha resuelto muchos crímenes conocidos, incluidos los casos del Balaúr púrpura, el asunto de la evacuación de Pandemónium, el misterio del quisc despedazado y muchos más.

Gracias a su paciencia sin límites y a su devoción, nunca dejó un caso sin resolver. Deila siempre descubre todos los crímenes... incluso siglos después de que sucedan.

Caspar, el Daeva de la sublimación

Caspar era conocido por su convencimiento de que solo era posible comunicarse con Aion estando en soledad y rodeado de la sublimidad de la naturaleza. Decía que las montañas cubiertas de nieve eran su templo y afirmaba oír la voz de Aion entre el estruendo de la tormenta.

Si bien sus teorías entretanto han perdido popularidad, tuvo una influencia clave en los Universalistas del éter y muchos otros movimientos religiosos.

Sifdal, un Daeva sin palabras

Pese a lo conocido que era como escritor antes de su ascensión, tras ella, Sifdal no pudo plasmar una sola palabra sobre el papel por mucho que lo deseara. La vida se agitaba y transcurría a su alrededor y él contemplaba cómo todos vivían la historia de su propia existencia... Sin embargo, en ningún lugar encontraba la inspiración.

Para Sifdal, al que despojaron de su existencia mortal, era como si hubiera perdido toda relación con las cosas que un día había expresado.

Alorac, el Daeva de los ermitaños

Hay que buscar el origen de Alorac en una pequeña granja en Morfugio. Después de su ascensión, la opulencia de Pandemónium le impactó tanto que la misma noche de su llegada a la ciudad huyó para no regresar jamás.

Se construyó un hogar en una profunda cueva en el Desierto de Morfugio, donde ha vivido hasta hoy. No habla, pero ofrece pan a todos los visitantes como sencillo regalo.

Bartolomé, el Daeva de las alas de arco iris

Bartolomé fue un gran alquimista que una vez defendió la Fortaleza de Cusis, enfrentándose en solitario a una poderosa horda de Balaúres. Utilizando únicamente materiales que encontró alrededor de la fortaleza, fabricó un gran número de explosivos, pociones venenosas y mortales en otro sentido para contraatacar a los invasores, al tiempo que suministraba pociones curativas y fortalecedoras a sus hermanos caídos.

Una semana después llegaron refuerzos que encontraron a Bartolomé con alas resplandecientes en muchos y vibrantes colores a causa de la gran cantidad de productos químicos que había usado.

Atelriga y Bradruc

Cuando Atelriga y Bradruc se vieron por primera vez, enseguida supieron que eran las dos mitades de una misma alma. Bradruc el Guerrero se precipitó al centro del tumulto del campo de batalla, mientras Atelriga la Sacerdotisa le siguió y curó su heridas. La visión de aquel rostro manchado de sangre y empapado en sudor de Bradruc fue para ella lo más hermoso que había visto nunca.

Tras innumerables luchas, ambos se casaron y se retiraron a Guardiavieja, donde siguen llevando una vida tranquila. Su amor ha inspirado muchas obras de teatro a las que ellos siempre asisten.

Crantora, la Daeva del odio

Crantora juró venganza eterna al general elio Taraión, que había matado a su mejor amigo en el Abismo. Ambos tuvieron muchos altercados, pero como Daevas, cada muerte era solo un contratiempo temporal para el perdedor.

Ella planeó atraerlo hacia las profundidades del Abismo, a gran distancia de todos los obeliscos o quiscs, para hacerlo desaparecer para siempre. Ninguno de ellos volvió a ser visto jamás...

Entorín, el Daeva de las mentiras

La trama de manipulación de Entorín abarcaba todo Pandemónium. Se rumoreaba que incluso los soberanos empirianos temían su poder. Él no confiaba en nadie, a excepción de en su joven y hermosa mujer.

Sin embargo, un día se puso límites a su empeño en convertirse en el "Rey sombrío" de la ciudad. Nadie quería devolverle los favores y todos ignoraban sus amenazas. Su mujer se limitaba a sonreír y acabó por abandonarlo tras pronunciar las siguientes palabras: "Estas son las consecuencias de confiar en quien no se debe".