La Invasión fue un momento decisivo en nuestra historia. Después de siglos de aislamiento tras la catástrofe, por primera vez salía a la luz que no habían caído en su totalidad los cinco soberanos empirianos o sus seguidores.

La existencia de la sociedad elia en el continente opuesto puso de relieve nuestra clara superioridad. Compararnos con los que pronto iban a convertirse en nuestros enemigos nos permitió valorar nuestra propia fuerza real.

La historia de la invasión comienza con Deltras y la legión de la Tormenta.

La legión de la Tormenta, liderada por Deltras, era una de las legiones de élite de Elísea.

La opinión predominante es que su misión solo estaba relacionada con la investigación. Nunca tuvo la intención de desafiar nuestras fuerzas de combate o siquiera al soberano Ciquel, lo que explica su escasa preparación.

Si no se hubiera descubierto esta infiltración, probablemente le hubiera seguido un ejército elio más preparado que nos podía haber sorprendido por completo. La captura de Deltras y su legión fue una verdadera suerte para Asmodia.

El descubrimiento de la Invasión se atribuye a un explorador del desierto de Morfugio cuyo nombre lamentablemente se ha perdido entre los disturbios históricos. Cuando divisó movimiento y se acercó, se sorprendió al descubrir unos guerreros esbeltos y pálidos sin crines ni garras afiladas.

Al principio, los elios le causaron más curiosidad que preocupación.

Pero la lengua de los elios era incomprensible, y cuando Deltras se cansó de la difícil comunicación, ordenó a su legión que acabara con el Arconte fiel a los asmodianos.

Cuando el Arconte volvió a despertar en el obelisco, informó sobre estos sucesos a sus escépticos superiores, cuya reacción ante este incidente, sin embargo, fue vergonzosamente lenta.

Durante ese tiempo, Deltras y sus hombres atravesaron el Desierto de Salinto a la búsqueda de la falla los había llevado a Asmodia para regresar a casa con toda la información que habían acumulado.

Sin embargo, su plazo de gracia duró poco. Cuando alcanzaron la falla, el soberano Ciquel ya los esperaba con su Legión de las Sombras.

El soberano Ciquel estaba disgustado, pues sus exploradores nunca habían regresado del Abismo y su suposición de que los habían atrapado los elios no era casual.

Según sus acompañantes, el soberano Ciquel estaba tan enojado que incluso el soberano Asfel vaciló en dirigirse a él.

Los Arcontes aconsejaron al soberano Ciquel que acabaran enseguida con los elios, pero él rechazó su consejo. Quería respuestas.

Recurriendo a un dialecto humano antiguo, encontraron un idioma común, y Ciquel hizo una oferta. Les salvaría la vida si Deltras confesaba que su misión era espiar en Asmodia y si renunciaba a su soberano empiriano Nececán.

Como era típico de los orgullosos y egocéntricos elios, Deltras rechazó esta generosa oferta, condenándose a sí mismo y a su legión.

El soberano Ciquel, fiel a sus palabras, acabó con la mayoría de los elios justo allí donde se encontraban. Algunos cobardes se suicidaron para evitar afrontar la furia de Ciquel.

En ese momento comenzó nuestra guerra.