Queridísima Medea:
Vuestra ausencia ha dejado un inmenso vacío en mi pecho. Cada noche rezo para que regreséis sana y salva.
Os arriesgáis tanto para defender a vuestra gente, que me llena de orgullo pensar en vuestra firmeza.
Pero mi amor por vos me hace sufrir. Sin la luz de vuestra sonrisa, soy una simple cáscara vacía y partida, un alma herida y rota.
Todo mi ser acusa la falta de su otra mitad. Regresad a mi lado, os suplico piedad; otorgadle a mi corazón un momento de paz.
Ya podría el sino de Elísea depender de vuestra labor, que yo sacrificaría el mundo entero solo para sentir nuevamente el roce de vuestros labios, amor.
Regresad, regresad y mi ser completad, pues yo me entregaré a vos para toda la eternidad.
Jino