Nota del traductor:

Algunas partes de este manuscrito se descubrieron tras el asalto a un campamento de los Balaúres en el Abismo: la visión que ofrecen de la cultura balaúr es fascinante.

Dracorama - Tomo 3

Eresquigal, corazón de hielo

Eresquigal era el miembro más débil de una camada débil. Cuando su madre miró a las débiles y lastimeras crías en el nido, fue sacándolas una a una y devorándolas para ahorrarse el esfuerzo de criarlas.

Cuando llegó el turno del pequeño Eresquigal, se detuvo un momento. Descubrió una marca brillante en su frente: el símbolo de Aion.

Comprendió que había sido elegido por él, de modo que lo dejó con vida.

Eresquigal se convirtió en un maestro de la política y se labró una reputación como embajador entre los Sapiens. Era capaz de entrar en solitario en uno de sus poblados y, sin inmutarse, hacer que depusiesen sus primitivas lanzas.

Sus habilidades como mago también eran insuperables; su talento para la manipulación del éter, asombroso. No tardó en ascender hasta el puesto de gobernador del distrito de Resanta e incluso prestó apoyo a las tribus humanas.

Eresquigal se hizo célebre por su distanciamiento imparcial, pero ni siquiera él pudo oponerse a la agitación que sacudió el imperio de los Dracanes tras la ascensión de Lord Fregion.

Fregion promulgó el comienzo de una nueva era, una era en la que los Dracanes no solo administrarían a los Sapiens, sino que también los gobernarían, tal y como correspondía a unos seres tan nobles. Proclamó que el poder de Aion estaba al alcance de cualquier Dracan que estuviese dispuesto a asumirlo.

Explicó que el reinado de los Balaúres perduraría por toda la eternidad bajo el mando de Fregion, el primero de los inmortales soberanos draconianos.

Eresquigal comprendió que su destino era convertirse él mismo en un soberano draconiano. Dado que no sabía cómo había ascendido Fregion, tomó su propio camino hacia la ascensión.

Puesto que la esencia de su alma era el implacable frío del hielo, concluyó que debía viajar hasta el ecuador de Atreia, el territorio frío más alejado de la luz de la Torre de la Eternidad. Allí, y solo allí, encontraría la ascensión que le correspondía.

Nadie aparte de Eresquigal supo lo que ocurrió en aquel monótono ventisquero, pero cuando regresó, su poder era tan grande como el de Fregion.

Los Dracanes ascendieron y se convirtieron en Balaúres por toda Atreia. Fregion ofreció a los más fuertes el título de soberano draconiano y la oportunidad de gobernar el reino a su lado.

Por supuesto, Eresquigal fue uno de los pocos elegidos. En su discurso de coronación, explicó que Aion le había marcado como algo especial desde su nacimiento.

Los Balaúres supieron que eso era un signo claro de su supremacía sobre una especie inferior. Aion había decidido hacer que pasasen de ser guardianes de los Sapiens a ser sus gobernantes absolutos.

¿Por qué otro motivo les habría concedido semejante poder?

No pasó mucho tiempo hasta que, como dioses, se pusieron a la altura de Aion. Con la única excepción de los siempre rebeldes humanos, todos los Sapiens les veneraban y se postraban ante tan poderosos seres, como era debido.

Eresquigal consiguió muchos seguidores entre los Maus de las tierras frías. Alivió del frío a los devotos y congeló con escarcha mortífera a los infieles.

Sin embargo, las fuerzas de Eresquigal no se limitaban al dominio del invierno. La meditación pareció ayudarle a conseguir control sobre todas las estaciones.

Según una leyenda, se adentró en el desierto de Elnen y allí se asentó para meditar. En unos pocos días, toda la zona se había convertido en una inmensa selva.

Sus seguidores le consideraron el padre de todas las estaciones, el emisario del invierno, el restaurador de la primavera.

Cuando los humanos lanzaron a sus patéticos "soberanos empirianos" contra el reino de los Balaúres, Eresquigal fue el último de los soberanos draconianos que se alzó contra ellos. Había planeado esperar hasta que los demás hubiesen caído.

Su furia en combate fue tan grande como la de todos los demás juntos. Su aliento cubrió de hielo ciudades enteras, congeló las olas oceánicas y paralizó con frío mordiente a la población.

No obstante, Eresquigal también fue el primero en sentarse a negociar cuando los humanos propusieron la paz. Después de interminables horas de debate, tenía la impresión de que conseguiría convencer a los soberanos empirianos del punto de vista de los Balaúres.

Entonces ocurrió lo inimaginable: un sicario de los humanos intentó asesinar a Fregion con un filo envenenado. Todas las negociaciones no habían sido más que un pretexto.

(Fin del ejemplar disponible).