Disculpad, noble Daeva... ¿Tenéis un momento?
Luquián, mi marido, es trabajador portuario. Hoy se ha llevado al trabajo a nuestro hijo, Basmo, para enseñarle el oficio. Son esos dos de ahí arriba.
Lo que quería preguntaros es... ¿No os parece que basta con un trabajador portuario en la familia? Basmo también es mi hijo ¡y quiero lo mejor para él! Quiero verle volando con una armadura valiosa, no arrastrando cajas y escupiendo a las profundidades.
He venido para convencer a Luquián, pero cada vez que quiero hablar del tema con él, no me salen las palabras.
Ser una humana viviendo entre Daevas en Sánctum no es ningún lecho de rosas.
Tengo cuatro hijos. Al menos uno de ellos debería ascender y alcanzar la gloria. ¿Acaso eso es pedir demasiado?