Tomo 3: Tragedia pétrea
Tiamaranta no fue siempre el símbolo del poder de Tiamat.
Hubo un tiempo en que la ciudad no era muy diferente a Gelcmaros o Ínguison e incluso tenía un nombre distinto.
Tampoco era la sede del soberano balaúr Tiamat.
Los Balaúres despreciaban a los reianos y nos dejaban en paz.
Nuestros antepasados construyeron un pueblecito en la costa y vivían sin llamar la atención.
No era fácil vivir sin que los Balaúres notaran su existencia, pero con el tiempo lo consiguieron.
Cuando el pueblo ya contaba con unas estructuras establecidas, lo primero que hicieron fue edificar un templo.
Para ello emplearon todos los recursos que tenían.
Consiguieron piedras de primera calidad, que fueron elaboradas con gran esmero por los mejores artesanos.
Es posible que el proyecto contase con las bendiciones de Siel, porque el pueblo empezó a florecer después de construir el templo.
La población aumentó y se creó un consejo de ancianos para liderarlo. Además, aprendieron a prescindir de la energía etérea.
Pero de pronto sucedió una tragedia inesperada:
Tiamat escogió Tiamaranta para establecerse.
Había decidido regresar al lugar en el que había despertado, para crear allí una nueva base acorde con sus ansias de dominación.
Nuestros antepasados no conocían este plan, pero se imaginaban que no les esperaba nada bueno.
En Tiamaranta empezaron a aparecer legiones balaúres por todas partes.
Para defender el pueblo, nuestros ancestros formaron tropas y se prepararon para combatir a los Balaúres.
El problema no fueron solo las legiones balaúres que estaban en el pueblo.
Un día la tierra empezó a temblar de repente. El suelo estuvo vibrando todo el día, agitado por unas violentas sacudidas.
Cuando el pánico entre la población no podía ser mayor, apareció el soberano balaúr Tiamat en persona.
Con su hálito de viento, Tiamat lo convirtió todo en cristales pétreos.
Todo el mundo corría despavorido, pero no podían escapar al poder del soberano balaúr.
El templo de Siel, en cuya construcción habían empleado todas sus fuerzas, quedó destruido. Los verdes bosques fueron petrificados en forma de cristales, al igual que nuestros antepasados.
Cuando Tiamat se marchó, los pocos supervivientes que habían logrado esconderse en una cueva se encontraron con un paisaje irreconocible.
Todo se había convertido en un cristal pétreo duro y brillante, y en algunos sitios se alzaban unas estructuras enormes que no habían visto nunca.
Tiamat cambió el aspecto de Tiamaranta para dar forma a su fuerza.
Quienes sobrevivieron tuvieron que aceptar que habían perdido su hogar.
Poco a poco, se fueron marchando a Sarpán con sus hermanos y hermanas, que les habían abandonado por su comportamiento conflictivo frente a los Balaúres.