Antología de cuentos, tomo 2

Acetlar y Jáimdal el Necio

Prólogo

La educación de los niños asmodianos se basa exclusivamente en la narración de historias. Aprenden a odiarnos, a repugnar nuestros cuerpos "deformes" y a matar elios para mantener a sus familias y alcanzar la gloria y la riqueza.

Donde nosotros fomentamos filosofía y optimismo, los asmodianos siembran muerte y sangre: nuestra sangre. Esta historia es interesante y tan reveladora como instructiva.

La contamos para alentaros a reflexionar. Por favor, debatidla con vuestros amigos.

Acetlar y Jáimdal el Necio

Ánguinson, un joven Arconte asmodiano, se lamentaba. ¡Era muy injusto! Acababa de llegar de arrancarles la cabellera a unos niños elios y se había ganado un ascenso destruyendo la carrera de su mejor amigo.

¡Se merecía un descanso! Pero no. Ulgorn le había ordenado hablar con un viejo amigo en algún diminuto pueblo perdido en el que no había ni Daevas ni batallas ni tan siquiera animales salvajes. Solo un montón de escoria y un enorme castillo en el que vivía el viejo amigo.

Ánguinson hizo lo que se le había ordenado... al menos de momento.

"¡Eh, viejo!", rugió hacia los muros del castillo. "¿Cómo de loco hay que estar para construir un castillo en medio de la campiña?" "¿Hay alguien en casa?".

INFORME PROVISIONAL DEL AUDITOR ARCONTE - DÍA UNO

Llamar "viejos" a los Daevas no es una buena idea. En mi defensa, debo decir que no supe que era un Daeva hasta que abrió la puerta.

Cuando el fuego se consumió y nos acercamos un poco más a los elios asados que sirvió para la cena, el "viejo" fue por fin al grano. A su hija se la echaba de menos, o algo parecido.

Acetlar, así se llamaba la hija, había huido con un necio del lugar y vivía a veinte segundos de vuelo del castillo. Yo le dije que él solo tenía que ir y recogerla. Contestó que el problema era que volvería a fugarse.

No, Ulgorn, no era un caso fácil de ir a por un desaparecido del que me tenía que ocupar antes de volver a la legión. ¡Sois un mentiroso muy astuto! Me las pagaréis cuando vuelva a Pandemónium.

Ánguinson salió del pueblo para encontrar a Acetlar y hacerla entrar en razón. Ya había oído hablar de ella, por supuesto.

Acetlar la Llorona.

Antes de que la familia hiciera las maletas y abandonara Pandemónium, su belleza era sonada, a pesar de que rompía a llorar cuando el tiempo era parcialmente soleado. Tenía una oscura melena, manos con afiladas garras y ojos ardientes y sombríos; todo lo que un asmodiano podría desear.

Naturalmente, nadie pensó en decirle a Ánguinson que no la identificaría por su belleza, sino por sus alas. Era la única Daeva del pueblo.

PROTOCOLO DE BÚSQUEDA E INTERROGATORIO DEL AUDITOR - DÍA QUINCE

Harto de interrogar a cucarachas curtidas por el sol. Hoy encontrado a sin garras pobre haciendo el henaje. Zurrado un poco para hacerlo más comunicativo. Esperado hasta que volviera en sí y planteado preguntas.

ARCONTE: ¿Acetlar?

PEÓN: la criatura más bella que he visto nunca. Maravillosas cicatrices alrededor de los ojos. - NOTA DEL AUDITOR: cicatrices de tanto llorar y de las garras.

Dejado al necio con su heno. Preferiría ejecutar traidores, beber sangre elia, luchar con compañeros. Ulgorn, os odio con toda la oscuridad de mi alma por asignarme esta misión.

A la noche siguiente, Ánguinson encontró por fin a Acetlar... en la cabaña del necio que apilaba el heno. El necio se llamaba Jáimdal y vivía con su madre y su nueva mujer daeva. ¡Ánguinson no esperaba que al padre de la Daeva le entusiasmase la idea!

Acetlar solo se diferenciaba de los otros habitantes del pueblo por sus alas y su impresionante belleza. Había vendido todas sus joyas y sus bonitas prendas de vestir y vivía sin un Quina como toda la otra escoria.

Había gastado la mayor parte de su dinero en Cristales de éter que estaban por toda la casa. Con el resto había enviado a su marido de viaje a lugares sagrados donde se habían observado ascensiones de asmodianos.

PROTOCOLO DE BÚSQUEDA E INTERROGATORIO DEL AUDITOR - DÍA DIECISÉIS.

ARCONTE: Os fugasteis de casa. Padre furioso. ¿Por este tipo?

ACETLAR: Padre lo odia. Es perfecto. Haré un Daeva de él.

ARCONTE: Mucha suerte con ese insolado plan. ¿Cómo va?

ACETLAR: Todavía no he conseguido nada. Próximo plan: enviar animales salvajes a la pradera. Quizá el miedo lo empuje a la ascensión.

Ánguinson volvió con su informe al hogar familiar y el padre de Acetlar le imploró que le trajera a su hija a casa. No pudo hacer nada contra ello, así que Ánguinson volvió al pueblo, no sin antes envenenar la comida del castillo. Si el viejo moría, él quedaría libre de aquella "investigación" estúpida.

Al día siguiente, Ánguinson encontró a Acetlar en la cabaña de Jáimdal mientras esta le daba una poción. Había seguido su sarcástico consejo y traído a una bruja calva de dudosa reputación. La bruja le había dado una poción de olor repugnante.

Ánguinson iba a verlos todas las noches. Una tras otra, Jáimdal bebía el brebaje con una mirada iluminada por el amor.

Una noche, después de tomar la poción, Jáimdal ascendió.