Durante los primeros días de Atreia, Aion creó a los Dracanes para que velaran por las demás razas y las guiaran en un reino de paz y orden.
Los humanos, Sapiens y Dracanes convivían en paz. Si bien entre las tribus se producían escaramuzas ocasionales, bastaba con la amenaza de intervención de los Dracanes para impedir el desarrollo de una guerra.
La mayoría de los escritos que se conservan de esta era proceden de los Dracanes. En ellos apenas se menciona a los humanos. Solo sabemos que pequeños grupos tribales se asentaron principalmente en ríos y zonas costeras y que vivían de la pesca y de la recolección de alimentos.
Adoraban a Aion como creador y protector de todas las cosas y se sometieron voluntariamente a los Dracanes, puesto que sabían que esa era la voluntad de Aion.
Su dominio ilimitado sobre el país condujo a los Dracanes innegablemente a la corrupción moral. Cinco de sus líderes dieron con una fuente de energía desconocida e intentaron aumentar su poder. En un proceso evidentemente parecido a la ascensión, se convirtieron en los cinco soberanos empirianos.
Utilizaban esta energía para que los elegidos también pudieran hacer "ascender" sus especies y convertirlos así en Balaúres. Cuando dejó de satisfacerles ser simples administradores de Atreia, se declararon sus soberanos absolutos y a todas las razas "inferiores", sus sirvientes.
Los Sapiens comenzaron a adorar a los soberanos balaúres como si se tratara de dioses, pero los humanos, fieles devotos de Aion, no lo hicieron.
Aion recompensó a los humanos por su fidelidad con el poder de resistir a los Balaúres. Se crearon doce soberanos empirianos, seres divinos con poderes similares a los de los soberanos balaúres.
No está muy claro si los soberanos empirianos eran humanos que habían ascendido o si procedían íntegramente del éter divino. Los textos que nos quedan contienen ambas versiones de la historia y los propios soberanos rehúsan hablar del tema.
Después de que aparecieran los soberanos empirianos para dirigir a la humanidad, algunos humanos comenzaron a ascender a Daeva, pero nadie podía igualar en poder a los soberanos.
Fortalecidos por sus nuevas fuerzas divinas y por su confianza en Aion, los humanos comenzaron a rebelarse contra los Balaúres. Pronto dieron con la resistencia de la mayoría de los demás Sapiens, que ahora adoraba a los soberanos baláures.
Los Daevas sobrevolaron el país dirigidos por los soberanos empirianos, liberaron humanos de la esclavitud de los Dracanes y devolvieron el golpe a los Balaúres.
Los soberanos empirianos condujeron a los hombres liberados hasta los pies de la Torre de la Eternidad, donde les prometieron que Aion les protegería.
Con la gracia de Aion y las oraciones de los soberanos se formó el campo de éter alrededor de la torre que creó un trozo de tierra al que los Balaúres no podían acceder y en el que los humanos podían vivir en paz.
Desde esta fortaleza, los soberanos empirianos continuaron la guerra contra los Balaúres. A medida que más humanos ascendían y que los Daevas acumulaban poder y experiencias, la guerra que antaño pareciera imposible de ganar cada vez resultaba más fácil.
Los Balaúres no podían atacar a los humanos protegidos por el campo etéreo y para los humanos era imposible vencer a todos los Balaúres y los Sapiens. Y así, la guerra se estancó en un estatus quo que debería durar miles de años...