Todo el mundo sabe lo que significa la expresión antigua "el derecho de un Daeva": los Daevas gozan de privilegios de los que se priva a los mortales, tanto por la bendición de Aion como por estatus social.
No obstante, parece que la mayoría de Daevas ha olvidado su significado original: los Daevas han de mantener alta la moral general sacrificando su bienestar por el de Atreia.
En este libro he documentado ciertos casos de Daevas que abusan de sus privilegios mostrando indiferencia por la vida mortal. Aunque los organismos oficiales prefieran que se mantenga esta información en secreto, yo creo que todo ciudadano tiene el deber de recordar a los Daevas lo que significa realmente "el derecho de un Daeva".
Hace no mucho tiempo, se notificó un trágico caso en Elnen. El prometido de una joven ascendió y decidió romper el compromiso.
La tristeza y la vergüenza la hicieron perder la razón y la pobre mujer se tiró desde un acantilado. Lo que hizo aún más lamentable este suceso fue que se encontraba en la fase final de un embarazo.
Sin embargo, lo más terrible del caso no fue la muerte de la pobre mujer, sino la reacción de los Daevas.
Se tomaron a mal la ingenuidad de la mujer. ¿Cómo esperaba que un Daeva permaneciera encadenado a sus relaciones con mortales?
¿Y esos son los Daevas que tienen el deber de protegernos?
En toda Elísea se multiplican los llamados "Centros de Enseñanza para la Ascensión", que claman poder enseñar a sus estudiantes a ascender mediante un programa de oraciones y fortalecimiento físico.
Hay humanos de todas las edades que pagan matrículas escandalosas en busca del poder y la inmortalidad, pero todo lo que obtienen a cambio es sobreesfuerzo adornado con discursos motivadores.
La culpa de la expansión de estos centros no es de las personas que acuden en masa, sino de los soberanos empirianos, que dejan plena libertad a estos vendedores de falsas esperanzas.
Su única intención es la de que algún día se haga realidad el improbable caso de que uno de sus métodos funcione, para así producir en masa Daevas que luchen en la Guerra del Abismo.
Tal vez algunos os acordéis del escándalo protagonizado por un estimado sumo sacerdote que se desató hace poco en Sánctum. Aunque se intentó embozar el asunto, la verdad fue saliendo a la luz poco a poco.
Por lo visto, este venerable sumo sacerdote había abusado de su posición al pedir dinero para ritos sagrados, proclamando que conocía formas especiales de alcanzar el favor de Aion. Muchos Daevas recién ascendidos se vieron cegados por su importante posición y aceptaron su oferta.
Frente al jurado no se avergonzó de declarar en su defensa que necesitaba el dinero para llevar una vida digna de un Daeva.
El aspecto más inquietante de la sociedad daeva sea tal vez el de los partidarios del movimiento de segregación. Este movimiento antihumanos se basa en dos argumentos.
En primer lugar, que los Daevas y los humanos necesitan viviendas y centros de enseñanza separados porque sus vidas son diferentes y, en segundo lugar, que los humanos deben mantenerse alejados de los Daevas porque transmiten enfermedades y se involucran en actividades criminales.
Este argumento es absolutamente absurdo para todo aquel que sienta una pizca de compasión humana, pero sus partidarios sostienen firme e insistentemente que los humanos no son dignos de vivir entre Daevas.
Numerosos Daevas de alto rango se contaban entre los partidarios de este movimiento en el pasado.
Ciertas fuentes me han comunicado que hoy en día, aunque ha perdido muchos adeptos, el movimiento sigue existiendo clandestinamente.
Nadie con dos dedos de frente se sorprenderá al oír que, para alcanzar el éxito, el talento personal es mucho menos importante que tener una familia influyente.
Este fenómeno se da entre los Daevas e incluso entre los asmodianos. En Pandemónium, todas las familias de Daevas de gran influencia viven en el Distrito de Vanajal.
Mientras que muchos asmodianos viven en la pobreza, las luces centelleantes de Vanajal nunca se apagan y sus dulces melodías nunca dejan de sonar.
Las familias daevas han acumulado copiosas riquezas en el transcurso de su existencia inmortal y su red de contactos se extiende por toda Atreia.
Creen que están por encima de la ley y que gracias a su posición podrían librarse de cualquier castigo, mientras que todo el que se encare con ellas se enfrenta a las penas judiciales más severas.
Estos Daevas seguirían celebrando sus decadentes banquetes y bebiendo sus exquisitos licores aunque los Balaúres nos atacaran y el campo etéreo cediera.
Queridos lectores, les comunico un hecho terrible: en diez años habrá más Daevas que humanos por primera vez en la historia de Atreia.
Como he expuesto, algunos de ellos han descuidado sus obligaciones y no muestran interés alguno por el bienestar de sus antiguos protegidos.
Los mortales nos convertiremos en una clase subprivilegiada y en peligro de extinción a la que se compadecerá o, directamente, se ignorará.
¡Pero no todo está perdido! Hay un hombre que sabe qué necesitamos para que el futuro de Atreia sea prometedor. Ese hombre se llama Lepar.
Las puertas de los Leparistas siempre están abiertas para aquel que crea que Elísea está sumida en la corrupción o dude de la infalibilidad de los soberanos empirianos.
Os acogerán en su comunidad, ya seáis mortal o Daeva, y juntos lucharemos por un futuro armonioso en el que los mortales y los inmortales convivan pacíficamente.