Ocaso de Sabat
Escrito por la gran y genial hechicera reiana Paitios,
la aprendiz del gran mago Masios que más éxito ha tenido.
Prólogo.
Este libro ha sido escrito por mí, la gran hechicera Paitios, por encargo de la Asociación de hechiceros reianos.
He intentado describir la situación de emergencia que reinaba en aquellos tiempos. Atravesábamos la mayor crisis desde la fundación de Sarpán y yo, gran hechicera y salvadora de los reianos, la viví en mis carnes y me gustaría compartir aquellas vivencias.
Paitios.
Contenido.
Era un día tranquilo y calmado. Yo estaba en el laboratorio de Camar e intentaba elaborar un hechizo para aniquilar a los Balaúres.
Ya lo tenía casi terminado...
... Pero entonces se presentó una visita indeseada y lo echó todo por tierra.
Entró el pregonero
y empezó a decir disparates y a repetir varias veces que necesitaba mi ayuda, como gran hechicera que era. Intenté tranquilizarlo y le pedí que me diese más detalles.
Dijo que la legión de Tiamat había irrumpido a través de la Puerta de Tiamaranta, que entonces había empezado una dura contienda y nuestra línea de defensa empezaba a resquebrajarse.
Le pregunté duramente:
"¿Qué hacen Carún y los miembros de la tropa de protección?"
El pregonero respondió con la cabeza gacha que Carún y la mayoría de las fuerzas de combate habían salido de expedición para inspeccionar una nueva zona de Balaurea.
Poco después de la fundación de Camar cesaron las grandes batallas contra los Balaúres.
La suposición de que los Balaúres no entrarían durante una excursión fue una insensatez que trajo consigo consecuencias fatales.
Abandoné el desarrollo de mi hechizo poco antes de poder terminarlo por completo y me equipé para la batalla inminente.
No me podía explicar cómo nuestra defensa podía estar al borde de la derrota con tanta rapidez.
Me asaltó la duda de si los soldados reianos eran tan sumamente débiles...
Cuando llegué a la puerta me quedó clarísima la situación.
No se trataba de tropas de Dracanes normales. Allí estaba el gran dragón Sabat que mandaba a los soldados.
Se trataba de la mano derecha de Tiamat. Pero como nunca mostraba su identidad, se le conocía también como el Dragón misterioso. Su repentina aparición despertó mi curiosidad, pero no tenía tiempo para reflexionar.
Asesinó a los protectores y hechiceros que quedaban expirando un soplo marrón amarillento.
Al verlo no pude contener las lágrimas.
¿Por qué me había otorgado Aion una habilidad especial solo a mí y no se la dio también a los demás?
Tenía claro que no había tiempo que perder, así que fui directamente al campo de batalla.
Cuando llegué, los soldados empezaron a llorar de alegría. Les grité tanto a ellos como al Dracan:
"¡Atrás!"
Los soldados retrocedieron instintivamente y empecé a invocar un hechizo.
"¡Inducción al sueño!"
Cientos de soldados dracanes se durmieron.
Incluso algunos de los soldados reianos no pudieron resistir a mi magia y se durmieron también.
Sabat se aterrorizó al ver que la situación había cambiado. Los Dracanes a los que no afectó mi hechizo por estar fuera de su alcance, retrocedieron un poco más.
Para terminar con todo, volví a invocar el hechizo otra vez.
Entonces fue cuando Sabat se dio cuenta de que había llegado un potente gran mago. Estaba a punto de atacarme con su soplido venenoso.
Vi como su cuello empezaba a hincharse. Pero no tenía ninguna oportunidad.
Empezó a formarse aire a mi alrededor. Pronto había ya una tormenta sobre mis hombros.
La ráfaga de viento que formé voló más rápido que el sonido directamente hasta el cuello de Sabat.
Mi ataque le afectó de pleno y se puso a dar vueltas por el suelo gritando de una manera muy extraña. Sin embargo, su terrible aspecto no se modificó ni lo más mínimo. No parecía encontrarse más débil pero yo tenía claro...
... que ni siquiera un Dragón tan fuerte podría resistir mi hechizo...
... Y observé cómo sus movimientos se volvían cada vez más debilitados y más lentos.
En ese momento me di cuenta de que había ruido detrás de mí.
Las fuerzas de combate adicionales llegaban tarde.
El arma de asedio de éter y los miembros de la Asociación de hechiceros reianos que llegaron a través de la Puerta del Abismo empezaron a disparar a los enemigos en el campo de batalla.
Entre las fuerzas de combate adicionales se encontraban también Equios y mi maestro, Masios.
Equios afirmó, aliviado, que los Balaúres habrían conquistado Sarpán de no haber estado yo allí; y el maestro Masios me dijo entre sollozos que lo había superado como hechicero.
¡Había superado a mi maestro! Volví al laboratorio sin perder la cabeza por este triunfo.
Estaba convencida de que ahora que Sabat ya había sido derrotado, la situación podría mantenerse bajo control sin mi ayuda.
Pero según informan los soldados que regresaron, en el momento de su muerte, Sabat dispersó su soplido venenoso. Y convirtió así todo el territorio del Abismo en una tierra de muerte.
Ahora no puedo más que arrepentirme por haber sobrevalorado las habilidades de los soldados.
El cadáver del gran dragón todavía yace en la zona de la grieta, en el Ocaso de Sabat.
Hace poco visité aquella zona y analicé los cadáveres que se habían convertido en esqueletos.
Al ver así los cadáveres, el dragón fallecido no me evocó ningún odio sino más bien compasión.
¿Cómo podía existir un ser que fuese capaz de derrotar a un dragón tan fuerte como Sabat?
Para muchos este suceso solo es una batalla como muchas otras, pero yo pude aprender mucho de él.
Epílogo.
Espero que quien lea este texto se dé cuenta de lo peligroso que puede llegar a ser un descuido.
No deberían volver confiar solo en la ayuda de un gran mago.
Porque la suerte no siempre llega a tiempo...
Del mismo modo, tienen que desprenderse de su arrogancia y su vanidad porque tiene que existir algún ser invencible en este mundo.
El sello violeta está impreso en la última página.
Este libro no tiene la autorización de la Asociación de hechiceros reianos.
La opinión de la autora podría diferir de la opinión de la asociación y de los hechos reales.