¡Cuidado con el alto horno! Mirad dónde ponéis las manos... hay cosas ni siquiera yo puedo regenerar...
El suave movimiento hipnótico de las llamas... tan relajante. Ya era consciente de su belleza incluso antes de ascender.
Cuando era pequeño, me quedaba dormido mirándolas. En cuanto ascendí, me hice aprendiz del maestro Quinterun. Quería, fuera como fuera, saberlo todo sobre la forja de armaduras.
Pero de eso... ya hace mucho tiempo. Tuve que dejarlo. La fabricación de armaduras no era lo mío.
El maestro Quinterun se dio cuenta de que se me daba mucho mejor trabajar con el fuego que con el metal. Ahora superviso este alto horno, una tarea considerablemente más compleja.
Esto es más complicado de lo que parece. Hay que adecuar la temperatura de las llamas con total exactitud al tipo de metal que se vaya a fundir.
Se me da muy bien mi trabajo y no podría estar más satisfecho.