Antología de cuentos

Tomo 6: Los niños bailarines

Había una vez, hace mucho tiempo, cuando la torre se partió y llovió fuego del cielo, un pequeño pueblo al este de Porta que sufría una gran hambruna.

La Gran Catástrofe había acabado con la cosecha y no había grano en los campos ni frutos en los árboles. Los habitantes del pueblo estaban preocupados, pero sabían que habían reunido suficientes alimentos para sobrevivir durante una temporada.

Recogían su ración de cereales todas las semanas e intentaban continuar con su vida normal, pero no era suficiente. Los animales y las personas fueron adelgazando. Los mayores y los débiles comenzaron a morir

y del suelo seguía sin germinar una sola planta.

El pequeño Marcus vivía con su madre y sus dos hermanos en el pueblo.

Un día, su hermano mayor, que tenía hambre, le dijo: "Vamos a sacar más cereales del almacén esta noche. Así podremos hornear más pan".

El otro hermano mayor estaba de acuerdo, pero Marcus miró a su madre, que preguntó: "Si sacamos más cereales ahora, ¿qué comeremos más tarde?"

Los dos hijos mayores gruñeron, pero prometieron no robar nada del almacén.

Sin embargo, al día siguiente faltaba parte de las provisiones de cereales y los hermanos de Marcus parecían estar un poco menos hambrientos. Nadie pudo descubrir a los ladrones, pero todos sentían el dolor que les causaba tener raciones semanales cada vez más pequeñas.

La familia de Marcus adelgazaba y sus estómagos rugían más que antes.

Un día, el segundo hermano tomó la palabra: "¡Oh, qué dolor!", gritó. "¡No tendríamos que haber robado aquellos cereales! Tengo que quitarme el hambre de la cabeza. Bailemos para pensar en otra cosa".

El hermano mayor estuvo de acuerdo y se puso en pie para bailar, pero Marcus miró a su madre.

"No bailéis, hijos míos", dijo. "Si gastáis vuestra energía de día, ¿cómo queréis sobrevivir a la noche?".

Los hermanos mayores protestaron, pero prometieron no bailar.

Aquella noche, Marcus escuchó a sus hermanos fuera de la casa y salió a ver qué hacían. Los dos hermanos mayores estaban tomados de las manos y giraban bailando alrededor de una fuente vacía.

"¡Ven! ¡Baila con nosotros!", dijeron al ver a Marcus. "Es divertido y se nos ha quitado el hambre".

Marcus no se unió al baile. "¡Parad!", imploró a sus hermanos. "Madre ha dicho que...".

"¿Es que no puedes decidir por ti mismo, Marcus?", preguntó el mayor. "¡Ven, baila con nosotros!".

Pero Marcus no bailó.

Los dos chicos bailaron hasta el amanecer. Mientras el Sol se asomaba por el horizonte, comenzó a soplar una fuerte ventisca que azotó la pista de baile de los hermanos.

Marcus gritó y quiso detenerlos, pero era demasiado tarde.

El viento se había llevado a sus hermanos como si fueran plumas; eran demasiado ligeros como para quedarse con Marcus en tierra.

El día que soplaba el viento del norte, los niños estaban bailando.

Sobre la colina soplaba un fortísimo viento.

Los niños flotaban como plumas en las alturas y desaparecieron arrastrados por el viento.

Y nunca más regresaron.