¿Por qué tenéis que mirarme por encima del hombro?
Ay, pobre, pobre Daeva.
Aquí no podréis desplegar vuestras alas, no hay suficiente éter. Y vuestras largas piernas son demasiado valiosas como para usarlas... ¡Podríais poneros a sudar y todo!
¿Por qué no os servís simplemente de una etereonave que nosotros, indignos soldados de mantenimiento, hemos construido para vos?