La muerte de Deltras el héroe
Escrita por un testigo presencial
El año 249 después de la Catástrofe fue un año de extraños presagios. En toda Asmodia se produjeron terremotos y los cielos se llenaron de relámpagos.
Lord Marchután temía que pudiese tratarse de un mal presagio y se aisló para dedicarse a estudiarlo a fondo.
Por los pueblos, las granjas y las calles de Pandemónium, se extendió un terrible rumor: los Balaúres regresaban.
Cuando Lord Marchután abandonó su torre, su habitualmente impasible semblante estaba teñido por un cariz de preocupación. Dijo que los presagios eran inequívocos.
En el desierto de Morfugio se habría creado una conexión, una conexión con otro lugar. Desde ese lugar, llegó algo.
Lord Asfel envió de inmediato a Lord Ciquel junto con un ejército a Morfugio para que expulsaran de Asmodia a los intrusos.
Por aquella época yo estaba en la legión Puñaldeacero y para mí fue un gran honor ser elegido por Lord Ciquel para servir a las órdenes directas de un soberano sedim.
Cuando nuestra recién formada legión de los Guardianes sombríos, compuesta por los mejores soldados de Asmodia, partió hacia Morfugio, se sucedieron extraños presagios por todo el país.
Los pedazos de la Torre de la Eternidad, destruida por la Catástrofe, diseminados por todo el mundo, comenzaron a ascender lentamente hacia el cielo.
Algo terrible estaba a punto de ocurrir. Todos lo sentíamos.
Cuando alcanzamos el desierto de Morfugio, el aire estaba repleto de relámpagos etéreos.
Establecimos nuestro campamento en medio del desierto y allí esperamos, tal y como predijo la profecía de Marchután.
Lord Ciquel no comió ni durmió, se quedó allí de pie, mirando fijamente al cielo como si pudiese ver algo que a nosotros nos permanecía oculto.
La llamada de Ciquel nos despertó poco antes del amanecer. Nuestro cansancio desapareció y dejó paso al miedo cuando vimos cómo se abrió el portal y por un agujero en el cielo surgieron rayos brillantes.
Se escuchaban ruidos terribles mientras se hacía más y más grande, hasta que finalmente pudimos distinguir entre las luces a un ejército de oscuras figuras. Empuñé mi espada y un escalofrío recorrió mi espalda.
Cuando las figuras salieron a través del portal, nos preparamos para lo peor. Para nuestro espanto, Ciquel ordenó esperar: ¡no eran Balaúres, sino humanos!
En cualquier caso, no eran como nosotros: tenían la piel bronceada y el cabello, dorado.
Su líder, un Daeva de aspecto majestuoso con una elegante armadura cubierta de joyas, avanzó y nos saludó.
Al principio no entendíamos lo que dijo, así que empezó a hablar en un antiguo dialecto humano que muchos Daevas ancianos, como yo, aún entendemos.
Se presentó como Deltras, líder de la legión de la Tormenta, orgullo de Elísea y manifestación de la voluntad de Lady Ariel. Al oír el nombre de Lady Ariel, Ciquel resopló despectivamente.
Ciquel no intentó disimular su desprecio por Lady Ariel y todos los demás traidores que seguían a Israfel.
Dijo que los seguidores de ese Lord descarriado estaban sin duda locos.
Sin embargo, Deltras continuó alabando a los soberanos serafines e insultando a los asmodianos, llamándonos aberraciones que nunca debimos haber sobrevivido a la Catástrofe.
Lord Ciquel ya había oído suficiente. Con un rápido gesto, lanzó un relámpago de fuego daévico de su alma y con él, atravesó el pecho de Deltras.
La legión de la Tormenta se quedó contemplando atónita la muerte de su líder y nosotros nos abalanzamos sobre ellos como una marea. Hicimos que se sintiese la verdadera fuerza de los elegidos de Aion.
Cuando se percataron de nuestra fuerza, dieron media vuelta y huyeron a Elísea para llevar a Lady Ariel la noticia de que los soberanos sedim habían sobrevivido y se vengarían de todos aquellos que hubiesen causado la Catástrofe.