Mujeres fatales de la historia
Tomo 11, la legendaria Sirénida Esnu
En una noche azotada por la tormenta, las olas zarandeaban el barco pirata del Capitán Hinden, que estaba a punto de zozobrar. La Sirénida Esnu observaba el navío y comenzó a entonar una canción.
"Ven a mí".
"¡Vayamos juntos al Templo de la Trompeta Dorada!"
Embriagado por su canto, Hinden salió a cubierta y se acercó a la borda.
A medida que Esnu alzaba la voz, la tormenta apretaba más y más y, de pronto, Esnu se precipitó sobre el capitán.
El barco se sumió en el caos sin el capitán. La tripulación estaba afligida por su pérdida y no podía hacer nada más. El navío dañado se encontraba en mar abierto y sin salida.
El primer oficial Rinfiel alentó a la tripulación a que volviera al trabajo e hizo reparar el barco.
Cuando todo volvía a estar más o menos en orden, Rinfiel propuso buscar al capitán.
La tripulación se preguntaba cómo podrían encontrarlo, ya que lo había arrastrado la tormenta, pero Rinfiel no abandonó la esperanza y les prometió que hallarían un tesoro de valor incalculable cuando encontraran al capitán.
Rinfiel no tenía ninguna duda.
Antes de su partida, los piratas habían conseguido una Lente de cuarzo para poder localizar el Templo de la Trompeta Dorada. El Capitán Hinden fue al faro con la lente. Rinfiel le acompañó como primer oficial.
Hinden escaló el faro y puso la Lente de cuarzo en lo más alto. Un rayo de luz señaló la posición del templo. Rinfiel marcó ese punto en un mapa. Cuando Rinfiel hubo terminado el trabajo, el capitán puso la Lente de cuarzo en un pequeño arcón.
Así comenzó su viaje por mar.
La noche en la que estalló el temporal, Hinden le dijo a Rinfiel que pronto llegarían al Templo de la Trompeta Dorada.
Eso hizo que Rinfiel creyera a pies juntillas que volverían a encontrar al capitán en el lugar donde estaba el tesoro de las Sirénidas. Rinfiel hizo todo lo posible por encontrarlo.
Pero un buen día, el capitán regresó de repente.
Todos se alegraron mucho, ya que pensaban que había muerto hacía tiempo.
Aquella noche atracó el barco pirata y se celebró una gran fiesta. En pleno ambiente juvial, Rinfiel le preguntó al capitán qué había sucedido. Pensó que se lo contaría todo acerca del templo.
Sin embargo, al pronunciar Rinfiel su pregunta, el rostro del capitán palideció. Hinden se puso a despotricar enfurecido y se retiró a su camarote. Rinfiel lo siguió, pero el capitán había echado el cerrojo. Desde fuera solo podía oírse el ruido de su pluma al escribir. Rinfiel se quedó desconcertado y se fue a su litera.
Llegó un nuevo amanecer...
Hinden abandonó sigilosamente su camarote y se fue hacia el faro.
Llevaba consigo un pequeño arcón.
Sin embargo, cuando volvió, traía las manos vacías.
A la mañana siguiente, Rinfiel observó algo especial: Hinden se asomaba peligrosamente por la borda.
Rinfiel temió que el capitán cayera de cabeza al mar y se apresuró a sujetarlo.
"¿Estáis bien?"
Como respuesta a la pregunta de Rinfiel, Hinden se volvió hacia él, desenvainó su espada y lo amenazó con ella.
"¡Bellaco! No infligirás ningún daño a Esnu!".
Rinfiel no entendió lo que Hinden quería decir con ello.
De repente, Rinfiel vio algo increíble.
En torno al barco nadaban innumerables Sirénidas de increíble belleza, y más Sirénidas aún se dirigían a la costa.
Rienfiel supuso que las Sirénidas querían apropiarse del barco pirata.
Los piratas sabían que las Sirénidas seducen a los marineros. Era evidente que las Sirénidas habían cautivado a Hinden y lo habían llevado al barco pirata.
Las Sirénidas se acercaron inexorablemente al barco y empezaron a cantar.
"¡Cuidado!",
gritó inmediatamente Rinfiel sin dudarlo.
"¡Cuidado! ¡Las Sirénidas nos atacan!".
Rinfiel despertó a la tripulación.
Sin embargo, entonces se empezó a oír por todo el barco el embriagador canto de las Sirénidas.
Rinfiel desgarró su vestimenta tan rápido como pudo y utilizó los jirones para taponarse los oídos. No obstante, para muchos piratas ya era demasiado tarde. No se habían tapado los oídos a tiempo y empezaron a atacarse mutuamente con sus armas.
Sintiéndolo en el alma, Rinfiel tuvo que luchar contra sus compañeros.
Mientras luchaba contra los marinos embrujados, de repente Rinfiel volvió a encontrarse cara a cara con el capitán. Este gritó el nombre de Esnu y se abalanzó sobre algunos marineros. Cuando Rinfiel lo vio, se enfureció. Justo antes de llegar al Templo de la Trompeta Dorada, el capitán lo echó todo a perder.
Rinfiel corrió hacia el capitán y le atravesó el corazón.
"¡Así que al final... eres tú!".
Con el corazón atravesado, Hinden se desmoronó.
Rinfiel miró a su alrededor.
Los piratas seguían combatiendo entre sí. De repente, Rinfiel se dio cuenta de una cosa.
"¡Las Sirénidas van a masacrar a todos a bordo del barco!".
Aterrorizado, Rinfiel decidió huir. Esperaba poder salvarse si abandonaba el barco a toda prisa.
En aquel momento, se acordó de que la lente seguía en el camarote del capitán.
La Lente de cuarzo, que indica el camino.
¡La guía que conduce al Templo de la Trompeta Dorada con todos sus tesoros!
Rinfiel fue corriendo al camarote del capitán. Para poder volver a encontrar el templo más tarde necesitaba la Lente de cuarzo a toda costa.
Una vez en el camarote de Hinden, se puso a buscar por todas partes. Finalmente encontró bien escondido el arcón en el que Hinden la guardaba.
Entretanto, los marineros manipulados por las Sirénidas llegaron hasta el camarote del capitán.
Con el arcón bien agarrado, Rinfiel se abrió paso entre la jauría de piratas y se apresuró a dejar la embarcación.
En ese mismo instante, a las espaldas de Rinfiel se hincharon las voces estridentes de las Sirénidas hasta reventar. Cuando se dio la vuelta, vio cómo los piratas se quedaban aplastados. Rinfiel corrió lo más rápido que pudo para alejarse del barco pirata al que no podría regresar nunca.
Después de haber corrido un rato, Rinfiel tomó aire, abrió el cofre y miró en su interior. El rostro de Rinfiel palideció como la cera.
"¡La lente ya no está en el cofre!".
Rinfiel miró el barco pirata, luego el cofre y otra vez el barco. Entonces su rostro se torció en una terrible mueca.
Desde ese día, Rinfiel jamás volvió a aquella playa.