¿A ver qué tenemos aquí?

Antes de que llegaseis los bandidos, vivía en paz. Solo de cuando en cuando me molestaba algún viajero que quería contratar mis servicios como vidente. Podía moverme por Isalguen con toda libertad.

La culpa de que viva aquí encerrada es vuestra, canallas. ¡En cuanto pongo un pie fuera, me roban todas mis cosas!

Mismamente la semana pasada, alguien me robó una cadena de plata de la cómoda. No me atrevo a salir de casa porque tengo miedo de perder también el resto de mis escasas posesiones.

¿Qué os hace pensar que fuimos nosotros? Mala suerte.

¿Quién iba a robarme si no vos y vuestros amigos bandidos? ¿Los Croaquis? ¿Los Darus?

Vuestra ignorancia clama al cielo. Alejaos antes de que haga que os arrepintáis de haberme molestado.

Adiós.

¡Pero si habéis conseguido haceros Daeva! ¡Y aun así, volvéis a tratar con esos bandidos?

Está claro que los Daevas tienen conocimientos que a mí se me escapan. Me inclino ante vuestra sabiduría superior, Daeva.

Yo creía que habíais venido porque echabais de menos vuestra situación humana. Aunque vuestra vida sea infinita, saber lo que significa seguir con vida (en el sentido más habitual de la palabra) os da fuerzas para luchar.

Sangre por sangre, Verdandi.