¿Tenéis tiempo para ayudarme?
Os saludo, Daeva. Si no tenéis demasiada prisa, ¿podéis escucharme un momento?
Me vendría bien contar mis penas.
Es sobre mi marido, Alteno. Sé que me quiere, pero no lo demuestra demasiado.
Es un sanador de almas abnegado. Tan abnegado que no le queda apenas tiempo para mí.
Ay, ya sé lo tonto que suena, pero a mí me preocupa de todos modos.