¡Me alegro de conoceros!

Vaya, pobre Daeva. ¡Os habéis llevado buena paliza, yang, yang! Bueno, si Daeva no lo pregona, Sugo tampoco se chiva. Es lo bueno de Ordalía de Solus: ¡no hay camaradas que presencien deshonra!

Dadme vuestra Carta de adhesión y de vuelta a contienda.

Aquí la tenéis. Creo que no tengo ninguna.

No, no, no. Esto no es. Daeva no puede volver sin ella a Estadio de la Ilusión, yang.

Entonces, supongo que se habrá acabado mi entrenamiento.