- La historia de la llorona -
Hace mucho tiempo, había hombres que recibían la bendición de Aion.
Crearon una ciudad maravillosa y herramientas útiles, y llevaban una vida próspera.
No obstante, los hombres se hicieron cada vez más arrogantes y solo pensaban en su propio beneficio.
Decían que habían conseguido aquella vida solo gracias a sus propios actos y olvidaron a Aion. Alardeaban de sus riquezas, y comenzaron a reinar el resquemor y la envidia.
En este lugar vivía una muchacha con una habilidad especial.
La muchacha había perdido a sus padres y creció sola. Sus arrogantes prójimos la despreciaban y la trataban mal.
Estos medían fuerzas constantemente para ver quién era mejor. Así, las habilidades de la muchacha no salieron a la luz.
La muchacha viajó de ciudad en ciudad para encontrar un nuevo hogar.
Pero un día, un grave peligro amenazó a la humanidad.
Siguiendo las órdenes de un enorme dragón, una tribu salvaje formada por seres que parecían salamandras atacó la ciudad de los hombres.
Los hombres no estaban en posición de aliarse y luchar codo con codo. Lo intentaron por separado, por lo que fueron presa fácil para los asaltantes.
La gravedad de la amenaza pudo palparse cuando las ciudades fueron cayendo una tras otra. Aun así, los hombres eran demasiado orgullosos como para pedirse ayuda.
Todo parecía estar perdido y los hombres perdieron la esperanza...
No obstante, entre ellos había un joven que no quería rendirse.
Un joven llamado Narcias intentó que los hombres unieran sus fuerzas y lucharan juntos. Lo intentó todo para convencerlos.
Un día se encontró con la muchacha.
Parecía carecer de recursos y estar hambrienta, así que la invitó a su casa. Allí le habló de la bendición de Aion.
El joven supo reconocer al instante las habilidades de la muchacha.
Había intentado convencer a la gente, pero ni él se creía que tuvieran una oportunidad contra el dragón. Cuando conoció a la chica, empezó a albergar una esperanza.
El dragón volvió a asaltar la ciudad con sus secuaces.
Los hombres escucharon al joven y lucharon juntos. Alentados por el talento bélico de la muchacha, consiguieron ganar la batalla y defender la ciudad.
Los hombres y la muchacha alcanzaron la felicidad.
Por primera vez supieron cuál era su deber.
El joven quería atacar el nido del dragón con las nuevas fuerzas unidas que habían reunido.
Sabía que el dragón quería la bendición de Aion que los hombres habían recibido, y que por ese motivo no había duda de que regresaría.
Sin embargo, los hombres no escucharon las palabras del joven.
Habían vencido a los secuaces del dragón, así que ¿por qué iba a regresar?
Volvieron a adoptar su antiguo comportamiento porque ya no veían el peligro.
El joven quiso detenerlos, pero los hombres no le hicieron caso.
No había nada que hacer.
La muchacha también lo intentó, pero nadie quiso escucharla.
El dragón, que había perdido a sus soldados, estaba furioso y observaba el comportamiento de la muchacha. Solo había aguardado hasta que los hombres empezaran a luchar entre sí de nuevo.
Cuando la disputa entre ellos alcanzó su punto álgido, el dragón volvió a atacar.
Al principio, los hombres no se dieron cuenta de su presencia porque estaban concentrados en sus propias contiendas. El joven y la muchacha partieron solos a luchar contra el dragón.
El joven luchó con todas sus fuerzas contra el dragón.
Sin embargo, no pudo vencerlo; era demasiado fuerte.
El dragón venció al joven y lanzó sobre él una maldición para que se convirtiera en piedra entre los más terribles dolores.
La joven, que tuvo que presenciarlo todo, rezó por librarse de tal tortura.
La muchacha quería rescatar al joven, pero el dragón era demasiado fuerte.
Cargada de culpa, huyó y lo dejó atrás.
Buscó ayuda entre los hombres de la ciudad, pero nadie la escuchó.
En secreto, los hombres habían deseado incluso que el joven desapareciera para siempre.
Cuando la muchacha se dio cuenta de la verdadera esencia de los hombres, escapó.
No podía soportar lo crueles que eran con el hombre que se había sacrificado por ellos.
La muchacha huyó al subsuelo, donde se encontraba completamente sola. Allí pensó en el joven y comenzó a llorar.
Se culpaba de no poder rescatarlo.
Todavía se la escucha llorar en el subsuelo de la ciudad.
A pesar de que han pasado ya cien años...