Sentaos. Acomodaos. Dejad que os hable de la tribu reiana y de Taloc, el Elim de la luz.
No hace demasiado tiempo, nosotros los reianos no sabíamos nada de la existencia de Taloc. Sin embargo, ahora hemos sido bendecidos con su amistad y hemos adquirido de él un enorme conocimiento y numerosas habilidades que nos han ayudado a protegernos de los Balaúres.
Ahora el destino de mi pueblo está ligado a Taloc, de modo que lo que ahora os transmito es tanto suya como nuestra.
Antes de nada, me gustaría presentarme. Soy Estéfano. Nací hace muchos ciclos, casi en un día como el de hoy. Sin embargo, nací con un talento más bien extraño: puedo hablar con todos los seres vivos.
Sí, incluso con animales y plantas. Entiendo. Lógicamente es difícil de creer. Mi familia y mis amigos tampoco lo hacían y, después de un par de contratiempos desagradables, aprendí a no mencionarlo ante nadie.
Casi siempre me lo guardaba para mí y hablaba con mis inverosímiles amigos cuando no había nadie cerca.
Así fue como oí hablar de Taloc por primera vez. Estaba chismorreando con la floreciente aria detrás de nuestro pueblo cuando escuché los susurros entre una Dionae y un Rociador.
"Pidamos ayuda a Taloc", decía el Rociador. "Taloc cumple la voluntad de Aion".
Los entendía con toda claridad, pero sus palabras no tenían sentido.
Me acerqué a ellos y les pregunté quién era Taloc y cómo podía ser que un fiel de Aion estuviera en Balaurea. Se sorprendieron cuando les hablé, pero me aceptaron bastante rápido. (¡Mucho más rápido que mi familia!).
Tras una breve plática entre ellos, decidieron que podían hablarme de Taloc con seguridad. Al fin y al cabo, me habían visto luchar contra un Balaúr, así que sabían que no era precisamente uno de sus simpatizantes.
Así descubrí que Taloc era un Elim que vivía en el Bosque de Corazoncalmado, al sur de Ínguison, y que protegía a las criaturas de Gelcmaros con la bendición de Aion.
Las criaturas del bosque nunca me habían mentido hasta entonces, de modo que creí su historia. La novedad de un protector con la bendición de Aion era tan importante que intenté contársela a mis compañeros.
Pero supongo que os podéis imaginar cómo reaccionaron. Me miraban como si me hubieran secuestrado los Balaúres y me hubieran lavado el cerebro.
Tras esta reacción, supe que las palabras no bastarían para convencerlos, así que decidí partir en busca de Taloc y regresar con pruebas de su existencia. La noche siguiente, hice el equipaje con algunas provisiones que pensé que necesitaría y partí hacia el Bosque de Corazoncalmado.
El camino al bosque no es precisamente una excursión de un día. Antes, rara vez había abandonado la seguridad de mi pueblo, por lo que esta aventura me abrió bastante los ojos.
A veces era tan bonita que me dejaba sin aliento; otras, era terriblemente peligrosa, llena de restos ocultos y gloriosos de la antigua Atreia.
Cuando por fin llegué y me presenté a Taloc, este fue muy precavido. ¿Cómo tomarlo a mal? ¿Quién no desconfiaría de un Daeva que aparece inesperadamente y que puede hablar con plantas y animales?
Tuve paciencia. Permanecí allí. Respondí a todas sus preguntas e incluso yo le hice un par a él. Poco a poco, con el tiempo, empecé a ganarme su confianza.
Cuando finalmente se habituó a mí, me contó su historia. Taloc era originalmente un árbol convencional de mediana edad, con sus raíces bien enterradas en el corazón de Ínguison.
Durante la Gran Catástrofe, un gran fragmento de la destruida Torre de Aion perforó el suelo cerca de sus raíces.
Cuando estas acabaron por rodear el fragmento, en Taloc florecieron nuevos sentidos, nuevos pensamientos y un nuevo entendimiento. Descubrió el mundo y despertó convencido de que Aion quería que protegiese a todas las criaturas etéreas de Gelcmaros.
Taloc me explicó que sus raíces y ramas podían abarcar hasta la más débil Corriente de Éter de la zona más alejada de Ínguison.
Con su recién descubierta afinidad por el éter, convocó a todas las energías etéreas e invitó a las criaturas para que fuesen a visitarlo y se reuniesen bajo su protección.
Hasta entonces se movía con cuidado y conseguía que los Balaúres no notasen su presencia: estaban sumidos en el caos que siguió a la Catástrofe.
Cuando Taloc terminó su historia, respiré hondo.
Sentí una ola arrolladora de alivio cuando descubrí que la voluntad de Aion todavía existía en Balaurea... Después me invadió una intensa sensación de pérdida por todo lo que debió de ser Aion antes de que la torre cayese.
Durante un tiempo estuve paralizado por estas dos emociones. Después empecé a comprender mi lugar en los planes de Aion.
Era un desafío llevar a mis compañeros allí, emprender el viaje para visitar a Taloc, pero no me rendí. Sabía que era la voluntad de Aion, con lo cual también era la mía.
Cuando por fin encontraron a Taloc, se desarrolló una profunda unión, una unión que con el tiempo se fue reforzando cada vez más.
Las existencias de éter en Gelcmaros son muy limitadas. Taloc no se puede permitir desperdiciarlo para proteger a quienes se pueden defender solos.
Finalmente confiamos a nuestros jóvenes y a nuestros mayores el cuidado y la protección de Taloc. Aquellos de nosotros que eran los suficientemente fuertes como para defenderse solos partieron hacia Ínguison para expandir la palabra de Aion. Animamos a los fuertes y enviamos a los débiles a Taloc, para su protección.
También yo partiré pronto... hacia un futuro incierto. Se ha oído a las tropas de búsqueda de los guerreros balaúres cerca del Bosque de Taloc y los informes sobre fanáticos corriendo por las zonas circundantes aumentan.
Solo podemos dar lo mejor de nosotros y esperar que las fuerzas de Taloc no decaigan hasta que haya pasado la guerra y estemos a salvo.