¡Arieluma!

No hay nada que temer. Tengo una maldición. La maldición de la transformación fue concebida para los pecados más graves: los criminales de guerra.

Mi caso fue totalmente injusto. ¡Todo lo que hice tendría que haberse quedado en el campo de batalla! ¡Qué insolencia...!

Yo... eh, no pienso que el gobernador esté equivocado. Me negué a cumplir las órdenes del centurión. No estuvo bien y soy consciente de ello. ¡Pero lo hice para mantener el honor de los elios! Y me arrepiento de no haber cumplido las órdenes. ¡De verdad!

Por supuesto que sí.