¡Oh, Daeva!

¡Oh, mi estómago! ¡Ayyy, qué dolor! ¡Ayudadme, Daeva, por favor!

Llevé a mi Porgo al arroyo y ambos bebimos de sus aguas. ¡Ahora me he quedado sin mi último Porgo y a mí me espera el mismo destino! ¿Es que estos miserables de los Leparistas han envenenado el río? ¿Pero cómo han podido contaminar el agua que bebemos?

¡Oh, por favor, ayudadme como sea!

Que la luz os bendiga.